Los resultados publicados en Journal of the American College of Cardiology, refieren que la distribución de la grasa de una persona en un sitio específico del cuerpo puede incrementar la probabilidades de padecer ciertas afecciones de salud, entre ellas una presión arterial alta.
Una presión arterial normal es menor de 120/80. La hipertensión arterial es de 140/90 o más. Si la presión arterial está entre 120/80 y 140/90, se conoce como prehipertensión, de acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Para llegar a dicha conclusión se siguió a 903 pacientes un promedio de siete años. Los investigadores tomaron imágenes de la grasa visceral o situada profundamente en la cavidad abdominal de los órganos, la grasa subcutánea o la grasa visible situada por todo el cuerpo y la grasa inferior del cuerpo de los participantes.
"En términos generales, los depósitos de grasa visceral se correlacionan con el cuerpo con 'forma de manzana', en oposición a la 'forma de pera', por lo que tenerlos centralmente localizados cuando una persona se mira al espejo tiende a correlacionarse con niveles más elevados de grasa en el interior del abdomen", explicó el cardiólogo Aslan T. Turer, autor principal del estudio.
De acuerdo a los resultados, si bien un mayor índice de masa corporal (IMC) se vinculó con una mayor incidencia de hipertensión, al considerarse el volumen de la grasa abdominal, el contenido total de grasa y el contenido de grasa inferior del cuerpo, sólo la grasa abdominal se mantuvo relacionada independientemente con la hipertensión.
La correlación más fuerte entre la grasa abdominal y la presión arterial alta se observó con la grasa retroperitoneal, es decir, el tipo de grasa visceral que se encuentra detrás de la cavidad abdominal y en gran medida alrededor de los riñones.
"La alta incidencia de la hipertensión y la presencia de grasa retroperiotoneal podría sugerir que los efectos de la grasa alrededor de los riñones están influyendo en el desarrollo de la hipertensión", sentenció el investigador. "Este vínculo podría abrir nuevas vías para la prevención y el manejo de la hipertensión”, concluyó.
Panorama de la hipertensión
La Organización Mundial de la Salud (OMS), refiere que a nivel mundial uno de cada tres adultos padece hipertensión, trastorno que aumenta el riesgo de infarto, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia renal. Dicha proporción aumenta con la edad: una de cada 10 personas de 20 a 40 años, y 5 de cada 10 de 50 a 60 años.
De acuerdo con un reporte de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), uno de cada tres adultos en Estados Unidos padece de presión arterial alta (67 millones) y más de la mitad de ellos (36 millones) no la tiene bajo control. El riesgo se incrementa a medida que se va envejeciendo.
Por lo general, la enfermedad por sí sola no produce síntomas. Una persona puede sufrirla durante años sin saberlo. Sin embargo, durante ese tiempo la presión arterial alta puede causar daños en el corazón, los vasos sanguíneos, los riñones y otras partes del cuerpo, y causar problemas serios tales como derrames cerebrales, insuficiencia cardiaca, infarto e insuficiencia renal.
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