Se trata de uno de esos momentos que ha marcado un antes y un después en la vida de millones de personas de distintos países, edades, razas y religiones.
Ellos cuentan que, en una situación de emergencia, una cirugía, un momento de vida o muerte, pusieron un pie en el más allá: sintieron que salían de sus cuerpos y que se veían a sí mismos en una sala de hospital, observaron una luz blanca al final de un túnel, hablaron con Jesús, con seres queridos muertos, y, siempre, sintieron una intensa sensación de paz.
Puntos clave
- Científicos analizaron las mentes de 63 estudiantes "normales", 17 de los cuales habían vivido una experiencia fuera del cuerpo.
- Concluyeron que los que tuvieron la experiencia tenían propensión a tener alucinaciones.
- Vinculan el fenómeno con una inestabilidad de los lóbulos temporales, el área del cerebro relacionada con la espiritualidad.
Son las llamadas experiencias cercanas a la muerte, o experiencias fuera del cuerpo.
Volver de esa experiencia, y narrarla, no ha sido fácil. La familia, los amigos, piensan que la persona se ha vuelto loca. Y la ciencia se ha hartado de buscar razones químicas, relacionadas con “cortocircuitos” en la actividad cerebral, momentos epilépticos o esquizofrénicos, para explicar lo inexplicable.
Ahora, científicos de la Universidad de Birmingham, en el Reino Unido, creen que han encontrado un denominador común entre los que viven una experiencia fuera del cuerpo: dicen que la mayoría son personas normales que tienen propensión a tener alucinaciones.
Para llegar a esta conclusión, el equipo de Jason Braithwaite, experto en ciencias cognitivas, analizó las mentes de 63 estudiantes universitarios sin ningún tipo de antecedente de enfermedad psiquiátrica o trastorno psicológico, 17 de los cuales habían vivido una experiencia cercana a la muerte.
La comparación de respuestas fue la clave: aquéllos que habían salido de sus cuerpos tenían mayor propensión a creer y tener alucinaciones, a “soñar despiertos” y a poseer mentes que volaban más fácilmente hacia lo inaudito, que aquéllos que no las habían vivido.
Esta propensión a alucinar está relacionada, explica Braithwaite, con una inestabilidad en los lóbulos temporales, la parte del cerebro vinculada con la espiritualidad, las emociones y también con las alucinaciones.
Los resultados del estudio se encuentran en la última edición de la revista especializada “Cortex”. Un nuevo aporte a la eterna controversia sobre estas experiencias relacionadas con el más allá que, en definitiva, se resume a una pregunta: ¿Existe vida después de la muerte?
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