Tony Urey, M.D., quizo estudiar medicina por el mismo motivo que lo hicieron muchos de sus compañeros: para darles mejores opciones de atención de la salud a las comunidades de escasos recursos en las que se criaron. Muchos de estos alumnos se han dedicado a ser doctores de cabecera, pero Urey optó por especializarse en el corazón.
La trayectoria del médico de 33 años es inusual. Según estadísticas de la Asociación Americana de Colegios Médicos, la mayoría de los doctores hispanos y latinos son médicos generales o internistas.
Las cifras del 2013 muestran que en Estados Unidos ejercían en el país 1044 cardiólogos hispanos y latinos graduados de instituciones estadounidenses, o sea menos que los médicos de otros campos como cirugía, psiquiatría o medicina de emergencias.
Faltan cardiólogos hispanos
El tener más estudiantes hispanos y latinos en programas de cardiología no es solo bueno para los pacientes futuros sino también para los programas de medicina, dijo Urey, cuya herencia es guatemalteca y boliviana. Al entrenar personas de distintas etnias, razas y clases sociales, se prepara mejor a los médicos para el cuidado que brindarán a pacientes de diversos grupos, aparte de que se les da un mejor entendimiento de los problemas de salud, y de los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular particulares de un grupo étnico, dijo.
Eso es de singular importancia si se considera el crecimiento de la población de hispanos y latinos en Estados Unidos. Según estadísticas de la Oficina del Censo, el número de habitantes hispanos y latinos creció de 50.5 millones en 2010 a 56.6 millones en 2015.
Según estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la enfermedad del corazón es la segunda causa de muertes en los hispanos y latinos, ya que este grupo tiende, más que los blancos, a ser diabéticos y obesos, además de ejercitarse menos. Estos son factores de riesgo que conllevan a la enfermedad del corazón.
“Muchas de las comunidades [hispanas y latinas] han quedado descuidadas durante décadas”, dijo Urey. “Creo que contar con alguien que entienda la cultura, hable el idioma y haya atravesado por algunos de los desafíos que encaran los pacientes, beneficiará, no solo el cuidado del paciente, sino también la capacitación de los médicos que no son latinos”.
Las escuelas de medicina hacen sus campañas.
Duke University School of Medicine ha dado muchos pasos importantes para cambiarle la cara a su cuerpo estudiantil, desde que la pediatra cardióloga Brenda Armstrong, M.D., hiciera sus prácticas en esa institución a mediados de los setentas. Armstrong fue una de varios catedráticos quienes, en los noventas, abogaron por aumentar la cantidad de estudiantes de grupos de minorías raciales y étnicas en la facultad de medicina.
Hace más de 10 años, la facultad de medicina de Ohio State University priorizó un esfuerzo para reclutar a candidatos de minorías raciales y étnicas para su programa de especialización en cardiología. El programa no había tenido participantes afroamericanos ni hispanos desde su inicio en 1967 y hasta el año 2007.
Alex J. Auseon, D.O., fue el director de ese programa de 2010 a 2015. “Supimos que no podíamos hacerlo en la recta final”, dijo. “Teníamos que [inculcarles el interés por cardiología] prontamente”.
Auseon, quien ahora dirige el programa de especialización en cardiología en la Universidad de Illinois en Chicago, dijo que otro reto es, simplemente, que son pocos los graduados de medicina de grupos de minorías raciales y étnicas. Él se pregunta si, entre los estudiantes de medicina en general, hay quienes no solicitan plazas porque el entrenamiento de cardiología es uno de los más retadores y exigentes en la medicina. O, quizás, que los graduados no quieren confrontar las situaciones de vida o muerte que presenta la enfermedad del corazón.