En un laboratorio transformaron una pequeña baya que casi nadie conoce en una fruta grande y fácil de cultivar. Se llama groundcherry y los científicos dicen que podría ser la próxima fresa, en cuanto a bondades se refiere.
Zachary Lippman, científico del Instituto Médico Howard Hughes que está a cargo del proyecto junto a Joyce Van Eck, del Instituto Boyce Thompson, explicó que estas frutas son muy populares en cultivos locales de Estados Unidos y cuando aparecen en los mercados de agricultores se venden rápidamente. Al ser modificada genéticamente, todas las propiedades de la groundcherry se potenciarán y su cultivo se podrá hacer a mayor escala, más adecuado para la agricultura convencional.
Es del tamaño de una canica, su aroma es penetrante y su sabor es tan delicioso (similar al de la piña) que se puede utilizar en postres, ensaladas, salsas y platos horneados, aunque la manera más efectiva de aprovechar sus nutrientes es comerla cruda. Aunque es dulce, una taza de groundcherry solo representa 74 calorías, es rica en vitaminas A y C y contiene tiene niacina, hierro y proteínas, según datos de la Fundación GRACE, organización que buscar aumentar la conciencia sobre los problemas de salud causados por la alimentación.
La fruta también tiene efectos positivos en la salud. Según una investigación de la Universidad Estatal Paulista de Brasil, publicada en 2017 en World Journal Gastroenterology, su extracto tiene propiedades antiinflamatorias que pueden usarse en el tratamiento de afecciones intestinales, ya que regula el estrés oxidativo, la respuesta inmune y la expresión de mediadores inflamatorios.
Una nueva baya, un viejo método
La fruta pesa menos de un gramo y la planta es resistente a la sequía. Estas características, sumadas a su sabor único, hicieron de la groundcherry la candidata ideal para la modificación genética; el estudio fue publicado en la revista Nature Plants.
Usando una técnica de edición de genes llamada CRISPR, los científicos manipularon el ADN de las plantas para hacerlas más compactas y capaces de producen más flores y frutas más grandes (es el doble del tamaño original y pesa 24% más). Pero según los responsables del proyecto, estamos frente a un método que se aplica desde hace siglos.
"Hemos estado comiendo mutaciones en plantas y animales desde que los humanos comenzaron a mejorar los cultivos, hace miles de años", declaró a CNN. "Es un proceso aleatorio y tomó miles de años. Con la edición de genes, ahora solo estamos haciendo una mutación en un gen en el sentido más simple".
Gracias a la tecnología genética, este proceso llevará menos tiempo del esperado, aunque los investigadores no precisaron cuánto. Lippman ahora tiene la intención de refinar aún más el genoma de la fruta para mejorar su color y sabor y espera que este trabajo inspire a otros científicos a examinar otros cultivos huérfanos para hacerlos objetivos viables para la domesticación.
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