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Una nalgada ¿evita o trae problemas?

Educar a un hijo es un verdadero desafío para los padres. Disciplinarlos y enseñarles a comportarse es uno de los más importantes, nos llena de dudas sobre qué hacer y qué no hacer para corregir un comportamiento inadecuado. Muchos crecieron en el seno de familias que usaban el recurso del chirlo o la nalgada como forma de educación. ¿Qué consecuencias puede tener esto? ¿Una nalgada a tiempo puede evitar problemas a futuro?
Tu hijo adolescente, ¿te manipula?
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Las pataletas

Todos hemos visto o vivido alguna vez una pataleta o berrinche y niños que parece no calmarse con nada de lo que se les dice. El azote, la nalgada o la cachetada parece llegar cuando las palabras no alcanzan y nos encontramos falto de recursos y llenos de frustración. Sin embargo, por más que muchos adultos lo han padecido en su niñez, el castigo físico es una práctica repudiada por pediatras, psicólogos y educadores de todo el mundo.

Una muestra significativa

El uso del castigo físico para disciplinar a los niños, las nalgadas, pellizcos, empujones, jaloneos, bofetadas, entre otros, está relacionado con una serie de problemas de salud mental, concluyó un estudio realizado en Estados Unidos por científicos de la Universidad de Manitoba, Canadá, publicado recientemente en la revista científica Pediatrics.

MIles de casos

El estudio llamado “Castigo Físico y trastornos mentales: resultados de una muestra representativa a nivel nacional“, analizó a más de 34 mil adultos e indicó que existe un número significativo de padres estadounidenses que recurren a ese trato como forma disciplinaria y que de 2 a 7% de los trastornos mentales eran atribuibles al castigo físico recibido de niños.
MIles de casos
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Una investigación práctica

Otro estudio de la Southern Methodist University, en Dallas, observó a unas 37 familias durante 6 días para determinar en qué momento surgía el castigo físico a los hijos. En las grabaciones surgieron castigos en situaciones tan absurdas como pelearse con la hermana o pasar una hoja del libro mientras su madre leía. Las grabaciones capturaron entre 12 y 36 horas de convivencia de las madres con sus hijos.

La entrevista con los expertos

Cuando llegó el momento de entrevistarlas, las madres observadas no tenían ningún problema en hablar del castigo físico, pues lo consideraban una forma de disciplina normal y necesaria y creen que es una técnica efectiva para conseguir que los niños se porten bien. El investigador a cargo, el psicólogo George Holden dice que entre un 70 y 90% de los padres pegan a sus hijos en todos los países del mundo.

En tiempo real

Si bien existen muchas investigaciones sobre el perjuicio del castigo físico a los niños, el aporte de este estudio es que "brinda una información directa sobre el momento en que se da el castigo". Paradójicamente, los niños que reciben castigos físicos suelen ser más agresivos, más difíciles y menos obedientes. Suelen tener problemas de conducta y más tendencia a desarrollar problemas de ansiedad y depresión, advierte el experto.

Un no rotundo

La teoría dice que no, que la violencia en ninguna de sus formas, debe ser parte de la vida de un niño. Sin embargo, en la práctica, la cosa no resulta tan fácil. El psiquiatra y pediatra español Paulino Castells en su libro "Tenemos que educar" asegura que debemos decir un rotundo 'no' a los castigos físicos y buscar la forma de educar a través de recompensas para motivarlos o privarlos de atención como medida disciplinaria.
Un no rotundo
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Malo para todos

El castigo físico si bien tiene un fin, no resulta pedagógico ni tampoco sirve como descarga para el que lo inflige. Quien recurre a la violencia para imponer sus ideas, atraviesa seguramente un momento de descontrol emocional y recurre a esta acción como un desahogo momentáneo o una forma de resolver la situación ante la falta de otros métodos. El problema es que es muchas veces, el castigo trae malestar y sentimientos de culpa.

Violencia trae violencia

"Si castigamos a nuestros hijos con violencia física estamos dando un mensaje de desvalorización de la palabra. Pegarle a los chicos es darles un mensaje de violencia, les enseña a ser violentos, el poner un limite por medio de la violencia es estimular a esa respuesta. Es el modo más primario de reacción", explicó a HolaDoctor la psicoanalista Hebe Quintá, experta en clínica de familia.
Violencia trae violencia
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¿Qué hacer si se nos van las manos?

"El pegar a los niños es un aprendizaje para todos. Es un acto en donde pierde peso la palabra. Es cierto que a veces los niños nos llevan a los adultos hasta límites impensados, pero la realidad es que si reaccionamos de una forma que va en contra de nuestras propias creencias y valores, vamos a terminar pidiendo perdón a nuestros propios hijos por nuestra forma de reaccionar", agregó la experta.
¿Qué hacer si se nos van las manos?
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Manejar la frustración

En el mismo sentido, la doctora Jenn Berman, autora del libro "Superbebé" y conductora de un espacio de televisión dedicado a terapia de parejas, asegura que muchos padres castigan físicamente a sus hijos como consecuencia de su propia frustración o desesperación porque ya no saben qué más hacer. "Los niños se portan bien cuando se sienten bien. Gritar, humillar, herir o dar órdenes a sus hijos no hará que se comporten bien".

Razones de peso

Entre las razones que explicita la Dra. Berman o Dr. Jenn como se la conoce en los medios, están: Dar un azote enseña que pegar está bien y que es una forma aceptable de resolver un conflicto, es perjudicial para el desarrollo cognitivo, enseña a temer a los padres, daña la autoestima, se sienten rechazados y no queridos por sus padres lo que genera conductas agresivas y antisociales.
Razones de peso
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El malestar y el desafío

Depende la edad, un niño puede expresar malestar porque por ejemplo se ha alterado su rutina, está cansado o con hambre o sobreexcitado. También el "portarse mal" puede ser una forma de atravesar una crisis como puede ser el nacimiento de un hermano o la separación de sus padres. En todo caso, es tarea de los padres intentar descifrar el enojo y no dejarse llevar por la frustración y malestar que a ellos le provoca, dicen los especialistas.

Ser coherentes

No se trata de libertad absoluta ni falta de límites sino de la necesidad de ser consistentes con la educación que queremos darle a nuestros hijos. Las últimas tendencias educativas se basan en la necesidad de ejercer la tolerancia y otorgar libertad dentro de ciertos parámetros y recomiendan el diálogo como forma de educar al niño e implementar algunas medidas disciplinarias de acuerdo a su edad.
Ser coherentes
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Dejarlos que se equivoquen

A largo plazo, el dejarlos que cometan errores y se atengan a las consecuencias los ayudará a crecer y a aprender a no cometer los mismos errores por sí mismos. Como padres es importante que los castigos y penitencias sean consistentes, acordes al mal comportamiento del niño y que contemple la edad del niño. A los 4 años el niño necesita acostarse a la hora que dicen los padres, a los 14 ya es otra cosa.
 Dejarlos que se equivoquen
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Atención negativa

La Asociación Americana de Pediatría enumera una serie de motivos por los cuales no hay que pegarle a un niño: Al pegar a un niño, se le está enseñando que está bien pegar a alguien cuando uno está enfadado, aparte de hacerle daño, se le pueden infligir lesiones corporales y en vez de enseñarle a modificar su comportamiento, sólo se consigue que tenga miedo a sus padres. La atención negativa es atención al fin y muchos lo saben.

Reglas claras

Asegúrate de que tu hijo tenga normas sobre los deberes, las visitas de los amigos, la hora para volver a casa por las noches y las citas. Esto evitará malos entendidos y aunque proteste, tu hijo sabrá quién tiene el control de la situación. Con los adolescentes, es importante fijar límites pero también darles cierta libertad de decisión y responsabilidad. Y siempre deben hacerse cargo de las consecuencias de sus actos.
Reglas claras
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