Emociones negativas y mala salud, ¿cuál es el vínculo?

Las personas que constantemente están enojadas y con mal carácter, además de pasarla muy mal y hacer la vida insoportable a los demás, suelen sufrir muchas dolencias y afecciones, generadas en gran parte por dejar que esas emociones negativas sean su forma de conducta habitual.
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Cuando una persona se encoleriza, y esa actitud es permanente, puede causar serios problemas de salud. La frecuencia cardíaca y la presión arterial se elevan, así como el nivel de adrenalina y noradrenalina, el azúcar en sangre se altera, la boca se seca, y el estómago se ve afectado, lo que a largo plazo puede provocar úlceras de todo tipo y sudoraciones. Los órganos internos también se ven afectados y se producen muchos otros trastornos.

Mecanismo de defensa

Enojarse suele ser normal, y no debe preocuparnos cuando es temporal o surge como reacción ante una injusticia, un abuso, o frente a un peligro en el que se produce el reflejo de "pelear o huir". Sin embargo, cuando ese enojo se convierte en cólera y empieza a causarnos problemas a nosotros y a los demás, habrá llegado el momento de aprender a manejar la ira.
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Todos nos enojamos

No es apropiado decir a los niños que "las personas buenas no se enojan" porque esto conlleva mensajes erróneos. Se debe establecer una clara diferencia entre las formas negativas y las positivas de canalizar las energías: las constructivas y las destructivas. Cuando el enojo se dirige contra uno mismo es altamente perjudicial y puede degenerar en psicosis y tendencias suicidas.

Buscando víctimas

Hay quienes al sentirse frustrados por algo o con alguien descargan su ira en un otro, generalmente indefenso, como un niño, un anciano o una mascota. Otros vuelcan su cólera hacia su alrededor golpeando objetos, dándose de cabeza en la pared, o rompiendo cosas.
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Perdiendo el control

Suele decirse que "quien te irrita, te controla", y es una gran verdad, pues quienes dejan que otros con sus palabras o actos los saquen de quicio les están dando automáticamente poder sobre su estado de ánimo, y, peor aún, sobre la salud de sus órganos.

Predicar con el ejemplo

Si los niños ven a un adulto responder al enojo gritando, insultando, golpeando o lanzando objetos, ellos probablemente reaccionarán de la misma manera. Pero, si ven a los adultos responder a esas situaciones con más calma y serenidad, respirando profunda y lentamente, caminando o reflexionando, probablemente adoptarán algunas de estas técnicas cuando estén enojados.
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El enojo puede ser algo positivo

El enojo no siempre es una emoción negativa. Es más, suele convertirse en algo positivo, una señal de que algo está mal para los miembros de la familia. Si se canaliza adecuadamente abre la oportunidad de solucionar problemas llamando la atención de todos. El enojo por algo que haya sucedido en el entorno familiar demuestra a esos seres queridos que son importantes, pues nadie desperdiciaría energía o tiempo en alguien a quien no ama.
La clave para hacer del enojo una emoción positiva es usarlo para que los miembros de la familia respondan de maneras sanas y lo apliquen para robustecer los lazos familiares y encontrar soluciones armónicas.
Aprender a expresar sentimientos es el primer paso en el manejo del enojo de una manera sana. Los padres deben ayudar a los niños enseñándoles a poner nombres a las diferentes emociones, pues los sentimientos no nacen con uno, sino que se educan con el ejemplo.

Transformar los mensajes negativos

Frases aparentemente inocentes como "odio tal cosa" o "envidio tal otra" conllevan mensajes negativos que se van incorporando al subconsciente. Identificando ese mecanismo se puede entender qué es lo que nos molesta. Una persona que sabe lo que le causa cólera o irritación puede encontrar maneras de convertirse en parte de la solución y no del problema.
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No siempre debemos estar tan serios

Quienes se enojan con facilidad, por lo general, tienen una baja tolerancia a la frustración. Otras veces poseen una autoestima muy baja, aunque la disfracen con sentimientos de superioridad. Otros carecen de sentido del humor, no son capaces de reírse de ellos mismos y toman muy en serio cualquier observación que se les haga. Se irritan y se frustran ante los inconvenientes que no saben cómo enfrentar.
¿Cómo manejar ese enojo? Primero se debe identificar el problema que lo causó y trabajar para resolverlo. Se puede intentar "pensar en voz alta”, hablar con uno mismo, lo cual ayuda a ver la situación desde otro ángulo. También es útil colocarse como espectador de una situación conflictiva, y no como actor, ver lo que está sucediendo sin apego emocional, aunque sea muy grave.
Esta distancia entre el problema y uno mismo no significa falta de amor, frialdad sentimental o poco cariño sino que se está tratando de encontrar la mejor solución para todos, y algo importante: ponerse en el lugar de la otra persona, practicar la empatía, conceder el beneficio de la duda.
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Y, sobre todo, mantener la calma, la presencia de ánimo. Si los demás gritan, no gritar. No siempre el que más alto habla es quien tiene la razón. Si una persona está calmada puede escuchar mejor lo que le dicen y tomar una buena decisión.

No olvides pedir ayuda

Si la ira está realmente fuera de control y está afectando la calidad de vida, relaciones, familia, trabajo y salud en general, habrá llegado el momento de buscar un psicólogo u otro profesional de la salud mental autorizado y empezar una terapia adecuada. No simplemente una charla, curso o seminario sino todo un tratamiento. Así se conseguirá que "quien te irrita, no te controle". Debemos controlar la ira, y no a la inversa.