Las personas que se apoyan en una creencia religiosa manifiestan que les brinda paz y bienestar, sienten que la fe es un gran apoyo para superar las enfermedades. Por otro lado, los no creyentes podrían ser menos prejuiciosos y más abiertos, y confían en sus propias fuerzas para salir adelante. Pero ¿quién es más saludable física y mentalmente? La ciencia tiene algunas respuestas sorprendentes, conócelas.
Cuestión de fe
Un creyente se define como una persona practicante de cierta fe religiosa, alguien que guarda fe, según la Real Academia Española. La fe, desde el punto de vista religioso, es la totalidad de creencias, principios y pensamientos que sigue y respeta el creyente de una religión, también denominado fiel o religioso. En cuanto a la fe, puede ser budista, cristiana, hinduista, judía, o musulmana.
Ateos y agnósticos
El agnosticismo es una actitud que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de la existencia de Dios. Un agnóstico no cree ni descree en la existencia de Dios, sino que para él, eso está en el terreno de lo inaccesible, de lo desconocido, mientras que un ateo descree directamente. Un ateo no cree en dioses, un agnóstico se cierra a las creencias. Veamos lo que dice la ciencia de uno y otro...
1. Los religiosos son más felices
Pertenecer a una comunidad brinda altos niveles de felicidad, según un estudio conjunto de 2010 de las Universidades de Wisconsin, Madison y Harvard. Los investigadores entrevistaron a 3,108 adultos y les preguntaron acerca de sus actividades religiosas, y las redes sociales, y encontraron que las personas creyentes estaban más satisfechas con sus vidas (un 28%) en comparación con el 19,6% de la gente no religiosa.
Es por la contención social
"Hallamos que la satisfacción de la vida se refiere casi en su totalidad al aspecto social de la religión, más que el aspecto teológico o espiritual de ésta", dijo el sociólogo Chaeyoon Lim. "Hemos encontrado que las personas están más satisfechas con su vida cuando van a la iglesia, ya que construyen una red social dentro de su congregación" agregó.
2. Creyentes tienen menos estrés
La religiones pueden mejorar la vida de las personas, según se ha demostrado en algunos estudios, pueden sumar bienestar emocional y psicológico. Eso aseguran científicos de la Universidad de Toronto, en Canadá: hallaron que creer en Dios provocó una menor actividad en el área del cerebro responsable de los estados de excitación asociados a una respuesta de estrés, la corteza cingulada anterior (ACC por su sigla en inglés).
Cómo lo comprobaron
Pidieron a los participantes que completen tareas sobre religión y citas relacionadas con Dios. Luego se les asignaron tareas difíciles, mientras se escaneaban sus cerebros. Así observaron que los creyentes eran menos propensos a experimentar actividad en el CAC, en comparación con los no creyentes, y creen que la razón podría ser que creer en Dios brinda una manera de ordenar el mundo y explicar los hechos aleatorios.
La teoría del cielo y el infierno
En 2014, científicos de la Universidad de Oregón realizaron un estudio en 63 países para ver cómo la creencia en el cielo o en el infierno podría afectar el estado emocional de una persona y su visión de la vida. Y curiosamente, descubrieron que no había mucha diferencia en si una eran musulmanas o cristianas, sino que eran en general más felices si creían en el cielo, e infelices si creían en el infierno.
3. No creyentes son más abiertos
Los ateos suelen ser más tolerantes, más educados y conocen más sobre Dios que muchos de los que se declaran devotos, revela un estudio de 2011 de la Universidad de Nebraska. Para llegar a esas conclusiones, el profesor Philip Schwadel entrevistó a 800 mil adultos en EE.UU. y halló que por cada año en la universidad, aumenta un 15% la posibilidad de que las personas crean que hay “algo de verdad en más de una religión”.
4. Fieles tienen mejor salud física
A las personas que hacen frente a enfermedades crónicas y discapacidad, tales como lesiones de la médula espinal, derrames cerebrales y cáncer, les fue mejor cuando tenían apoyo religioso y espiritual. "Se benefician del apoyo social proporcionado por compañeros de su congregación y por su participación en organizaciones religiosas" dijeron los científicos de la Universidad de Missouri, en Columbia.
5. Creyentes se descuidan más
La Dra. Deborah Cobb-Clark y su equipo del Melbourne Institute, en Australia, encontraron que quienes creían que su vida estaba gobernada por fuerzas superiores o tenían fe, eran más propensos a la obesidad: llevaban una peor alimentación y hacían menos ejercicio, además, eran más proclives a fumar o beber y hacían menos esfuerzos para cambiar su estilo de vida.
Confiar en sus propias fuerzas
Para la investigación, realizada en 2012, se encuestó a 7,000 participantes sobre su estilo de vida, su alimentación y sus creencias. Y al final, se observó que aquéllos que creían ser los autores de su propia historia -quienes no creían en el destino y consideraban que ellos mismos construían su futuro- tendían a llevar una dieta más saludable, a hacer ejercicio y evitar las sustancias como el tabaco y el alcohol.
6. No creyentes, más tolerantes
Una característica que tendría que ver más con el bienestar a nivel social. Un estudio de 2010 de la Universidad de Duke encontró que los no religiosos tenían muchas más probabilidades de ser tolerantes con otras razas. Los investigadores concluyeron que los agnósticos religiosos o laicos, eran racialmente más tolerantes, en gran parte por la idea cerrada “de pertenencia” que genera estar dentro un grupo religioso.
7. No creyentes progresan más
Parece que hay una relación inversa entre inteligencia y creencia. De acuerdo con la Universidad de Rochester, “las personas inteligentes son menos propensas a cumplir y, por lo tanto, tienen más probabilidades de resistir el dogma religioso. Además, tienden a adoptar un pensamiento analítico que socava las religiones. Y varias funciones que cumple la religión como la autorregulación y la compensación, les son dadas por la inteligencia.
Logran escalar posiciones
En otras palabras, las personas inteligentes ya tienen muchas de las cualidades que la religión pretende otorgar a un fiel. "Suelen pasar más tiempo en la escuela -una forma de autorregulación que puede producir beneficios a largo plazo- dijo Miron Zuckerman, autor del estudio. "Los individuos inteligentes consiguen trabajos de nivel superior, y un mejor empleo puede dar lugar a una mayor autoestima y ésto, alentar la fe en sí mismo” concluyó.