Un estudio de la Universidad de Oxford realizado con pacientes que sufrían dolores por enfermedades graves concluyó que aquellos que lograban reírse a carcajadas reducían en más de un 10 por ciento la intensidad del dolor.
El profesor Robin Dunbar, quien lideró ese estudio hace unos años, explicó que la risa y el buen humor ayudan al organismo a liberar endorfinas, sustancias que reducen el dolor.
Otro estudio realizado en la Northwestern University reveló que cuotas de humor ayudan a aliviar la tensión dramática que acompañan a los procesos vinculados al cáncer.
Resalta también que especialistas de áreas de cuidado crítico lo utilizan cada vez más como una verdadera herramienta terapéutica.
Según el Instituto Nacional del Cáncer, cerca de 72,000 adultos jóvenes, de entre 18 y 39 años, son diagnosticados cada año con distintos tipos de cáncer. Y, al parecer, son los más receptivos a recibir terapias relacionadas con el humor.
El sitio web https://www.livestrong.org/, una comunidad virtual que reúne a adultos menores de 40 diagnosticados con cáncer, apoya el uso del humor, en una porción de población que ya no puede ir a un hospital infantil, pero tampoco encaja en los estándares de atención médica de los “clásicos pacientes con cáncer”.
"Luchamos por más de 32.6 millones de personas en todo el mundo afectadas por el cáncer. Puede haber, y debería haber, vida después del cáncer para muchas más personas", expresa como misión Livestrong.org.
La Sociedad Americana del Cáncer reconoce a la risa como una terapia alternativa para tratar el cáncer y dice que, aunque no hay evidencia científica contundente de que cure el cáncer u otras enfermedades, sí se puede afirmar que "mejora la calidad de vida, alivia el dolor, reduce el estrés relacionado con el padecimiento y puede incluso estimular el sistema inmune y circulatorio”.
Si no cura, sin duda la risa es una aliada incondicional del proceso de curación.
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