Lexie Kinder tiene 11 años y vive en Carolina del Sur. Nació con un trastorno cardíaco crónico que debilita su sistema inmunológico, lo que la lleva a estar en peligro permanente.
Ella no puede ir a la escuela ni estar en contacto con otros niños, pues su cuerpo no tiene defensas contra las enfermedades.
Antes tenía una docente en su casa, pero este año, su familia quiso probar otra alternativa: enviar un robot especial, equipado con una cámara y con conexión a Internet que interactúa por Lexie, llevándole la imagen y sonido de todo lo que pasa en el aula.
"De inmediato me encantó el robot" dijo su madre, Cristi Kinder. El dispositivo, llamado VGo, es controlado por Lexie desde su notebook. Es de la altura aproximada de la niña y ella le cambió el nombre por el de “princesa VGo”.
¡Hay un robot en mi clase!
“Un número pequeño pero de rápido crecimiento de estudiantes con enfermedades crónicas -por lo menos 50 en todo el país- utilizan robots de presencia remota" dijo a The New York Times el Dr. John Whapham, del Centro Médico de la Universidad de Loyola.
La tecnología sigue siendo costosa (un VGo cuesta $ 6,000, además de $ 1,200 al año por mantenimiento y otros gastos o desperfectos) pero algunas familias pueden costearlo, señaló.
Y a pesar de las fantasías de los compañeros de Lexie de tener un robot para enviarlo a clase por ellos y poder quedarse en la cama todo el día, los VGo son en su mayoría los últimos recursos para los niños cuyo movimiento está restringuido por razones de salud, informó Whapham.
"Pronto estos robots deberían tener el precio de una computadora portátil de bajo costo" dijo Maja Mataric, de la Universidad del Sur de California, quien estudia cómo los robots ayudan a los niños con problemas de aprendizaje. "Deberían hacer que el acceso a la educación sea mucho más fácil para los estudiantes que están convalecientes" agregó.
Cuando el robot está en clase, la cara de Lexie aparece en la pantalla, ella puede hablar, interactuar y desplazarse como si estuviera en el aula, y tiene la opción de parpadear luces cuando desea llamar la atención del profesor para hacer una pregunta.
Su maestra, Ivey Smith, dijo que ya se han acostumbrado a tener un robot en clase, y que los niños lo aceptaron con naturalidad.
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