“¿Cuántos cigarrillos fuma por día?” “¿Fuma solo o acompañado?” “¿No cree que es malo fumar?” El hábito de Obama fue un tema de campaña y siguió siéndolo en su mandato. El presidente ha tenido que responder a decenas de preguntas sobre el tabaquismo a las que contestó siempre con altura de mandatario: dijo que no fumaba frente a su familia y que se avergonzaba de un hábito que tenía desde los 18 años.
Su compromiso con la causa de dejar de fumar llegó tan lejos que durante su campaña en 2009 dijo “prometo que jamás fumaré dentro de la Casa Blanca”. “Ya hace un año desde la última vez que prendió un cigarrillo y estoy muy orgullosa de él”, expresó la primera dama el martes 8.
Puntos clave
En diciembre pasado, el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs había dicho que Obama estaba progresando en su lucha contra el cigarrillo y que estaba usando goma de mascar con nicotina como tratamiento; en aquél momento informó que no veía señales de que el presidente hubiera fumado en más de 9 meses.
En el terreno del tabaquismo, Obama le ganó a los republicanos ya que uno de sus más visibles rivales políticos del momento, el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, es un fumador empedernido quien ha dejado claro que no está interesado en dejar el hábito. Cada vez que se le pregunta, contesta que “los americanos tenemos derecho a elegir” y que “el tabaco es un producto legal”.
La noticia de que Obama ya pasó el crítico primer año –que los médicos consideran como la meta a partir de la cual un fumador puede ya considerarse ex fumador- llega a pocos días del festejo de San Valentín. Y tal vez no es casual ya que el presidente comenzó a tomarse en serio el dejar de fumar… por una promesa de amor.
En 2007, cuando era senador y empezaba su campaña hacia la presidencia, Michelle Obama contó que le había dicho a su esposo que lo iba a ayudar en su campaña si prometía abandonar el hábito porque “no podía ser un presidente fumador”.
Y, al parecer, Obama, hoy de 49 años, lo logró casi cuatro años después.
Desde el día de aquella promesa, Obama fue reduciendo el número de cigarrillos diarios, de una cajetilla a 10 y luego a tres, pero no había logrado hasta hace un año dejar por completo.
Según parece, un momento clave para empujarse a sí mismo fuera de la estadística ocurrió en junio del año pasado, cuando le preguntaron sobre su hábito mientras firmaba una ley para promover campañas justamente para alejar a los jóvenes del tabaco. “Sé que fui uno de esos adolescentes que comienzan a fumar a los 18 años”, dijo en aquel momento. “Y sé lo difícil que es quebrar un hábito que nos acompaña por tanto tiempo”.
Según cuenta el periodista Lawrence Altman en su columna de Salud de The New York Times, en su primer chequeo oficial como presidente, los médicos definieron a Obama como un fumador “intermitente”. El hábito pegó fuerte en otros mandatarios: Franklin D. Roosevelt fumaba cigarrillos; John F. Kennedy y Bill Clinton preferían los habanos. Y Gerald Ford, la pipa.
Obama también comparte su historia con el cigarrillo con las personas que fuman en el país, que representan al 21 por ciento de la población, el 7 por ciento menos que en 1988.
De acuerdo al último informe presentado en diciembre por la Cirujana General, Regina Benjamin, “no hay ningún nivel libre de riesgo en la exposición al cigarrillo”.
El humo del tabaco está compuesto por más de 7.000 sustancias químicas, cientos de las cuales son tóxicas, y al menos 70 son cancerígenas. Estos componentes están asociados a la mayoría de los cánceres, no sólo el de pulmón como muchos creen, incluido el cáncer de seno. Benjamin dijo que el cigarrillo causa daño celular inmediato, apenas con el consumo de un solo cigarrillo.
Al año, según el informe oficial, se registran 440.000 muertes asociadas al consumo de tabaco.
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