Qué hacer para que los abuelos se sientan seguros en el hospital

Hace un mes, durante una visita al consultorio de su médico en Sequim, Washington, Sue Christensen se cayó de rodillas en el baño cuando repentinamente sus piernas se aflojaron.

La mujer de 74 años estaba utilizando un andador, un modelo viejo que no tiene frenos. En el lado izquierdo del baño había una barra para apoyarse; pero no había nada de que agarrarse en la parte derecha.

Qué hacer para que los abuelos se sientan seguros en el hospital
(Lydia Zuraw/KHN illustration; Getty Images)

Christensen trató de levantarse, pero no pudo. Con dificultad, se arregló su ropa y, avanzando lentamente sobre sus rodillas, pudo salir del baño. Intentó llamar a la recepción desde su teléfono celular, pero el sistema telefónico automatizado la puso en espera.

En total, Christensen, quien tiene una hernia de disco, estuvo en el suelo durante casi media hora antes que una enfermera y su esposo, que había ido a estacionar, la ayudaron.

“Hubiera querido tener un botón, que podría haber presionado para alertar que alguien en el baño estaba necesitando ayuda”, dijo.

Para los adultos mayores, especialmente para los que son frágiles, los que tienen problemas cognitivos o dificultad para ver, oír y moverse, los centros médicos pueden ser difíciles de navegar y, a veces, hasta peligrosos.

Las barras de apoyo muchas veces no están instaladas donde realmente se necesitan. Las puertas pueden ser demasiado pesadas para abrirse fácilmente. Las sillas en las salas de espera pueden no tener apoyabrazos, que les facilita ponerse de pie.

Los inodoros pueden ser demasiado bajos para poder levantarse fácilmente. Las camillas, demasiado altas. Las letras en los letreros, demasiado pequeñas para leer. Y puede que no haya un lugar para sentarse mientras el adulto mayor necesita un descanso, cuando está caminando por un pasillo largo.

“La mayoría de los hospitales y clínicas han sido diseñados para personas de 40 o 50 años, no de 70 u 80”, dijo la doctora Lee Ann Lindquist, jefa de geriatría de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en Chicago. “Se debe pensar más en las personas mayores que tienen discapacidades funcionales”.

¿Qué cambios podrían hacerse para abordar mejor las necesidades de los adultos mayores? Les pedí a geriatras y a personas mayores que identificaran cuestiones prácticas que deberían modificarse. Aquí hay una serie de sugerencias que varios de ellos resaltaron.

Estacionamiento

Las dificultades comienzan en el estacionamiento, que puede no estar al lado del centro médico.

Es el caso del Long Island Jewish Medical Center, un gran hospital universitario en New Hyde Park, Nueva York. Todos los días, la geriatra Maria Torroella Carney, tiene que cruzar una transitada calle desde el estacionamiento hasta la entrada del hospital.

“Es un desafío. No hay una señalización clara que indique dónde cruzar con seguridad, y si necesitas detenerte y descansar no hay bancos cerca”, observó Carney, quien también es jefa de geriatría en la Escuela de Medicina Hofstra/Northwell.

El geriatra de California Michael Wasserman, miembro de la junta directiva de la Health in Aging Foundation de la Sociedad Americana de Geriatría, resaltó que hay muy pocos estacionamientos accesibles. “Y, aun así, no todos los adultos mayores que necesitan ayuda tienen un sticker para poder estacionar en el espacio para personas con discapacidades”, señaló.

La Senior Care Clinic de la Universidad de Florida tiene una solución: servicios de valet. “Cuando un paciente mayor viene solo, si necesita ayuda, el valet llama a nuestra clínica y alguien baja y ayuda al paciente”, explicó el doctor Bhanuprasad Sandesara, jefe de la división de geriatría.

Señalización

Con demasiada frecuencia, no se pueden encontrar señales fáciles de leer que indiquen a dónde deben ir los pacientes, ya sea dentro o fuera de los centros médicos. Para los pacientes mayores, esto puede confundir y causar una deambulación innecesaria, acompañada de dolor, fatiga y molestias.

El año pasado, un comité que examinó cómo el Long Island Jewish Medical Center debería atender a pacientes con necesidades especiales (por ejemplo, personas con impedimentos cognitivos o problemas de audición o del habla) identificó una mejor señalización como una prioridad.

Ahora, los letreros en el estacionamiento y fuera del centro médico tienen letras más grandes. Adentro, se han colocado letreros grandes en los baños, que muestran claramente si son accesibles para personas con discapacidad. Y el personal está creando un mapa completo del campus del hospital, un folleto, para ayudar a los pacientes a encontrar el lugar adonde deben llegar más fácilmente, dijo Roseanne O’Gara-Shubinsky, directora ejecutiva asociada de gestión de calidad en Long Island Jewish.

Las tarjetas de citas también se cambiaron: Carney persuadió al hospital para que imprimiera los números de teléfono en letras grandes para siete geriatras en su clínica principal.

En Northwestern, Lindquist se dio cuenta que los pacientes mayores tenían problemas en sus habitaciones para ver las pizarras en donde se enumeran los procedimientos programados, y los nombres de los médicos y enfermeras responsables de su atención. A instancias de Lindquist, el hospital compró pizarras blancas que son más del doble del tamaño normal.

Circulación

La doctora Louise Aronson estaba dando una charla recientemente en el área de la Bahía de San Francisco para promocionar su nuevo libro, “Elderhood”, cuando una mujer mayor se acercó a hablarle. La mujer usaba un tanque de oxígeno portátil para respirar y se apoyaba en un andador con ruedas (con asiento y canasta adjuntos).

Era nueva en el área y había estado visitando varias instalaciones médicas. “Algunos de estos lugares tienen rampas, pero la inclinación es tan empinada que no puedo empujar mi andador”, se quejó. “El que los diseñó no estaba pensando en alguien como yo”.

En la Universidad de Arkansas para Ciencias Médicas, la doctora Jeanne Wei, quien dirige el departamento de geriatría y el Instituto sobre Envejecimiento Donald W. Reynolds, ha visto a muchos adultos mayores lesionarse tratando de mover sus sillas de ruedas por una pendiente y tropezando con alguien. Wei ha insistido en que los estacionamientos estén al mismo nivel que los edificios médicos y que las aceras alrededor de las instalaciones tengan buen mantenimiento, para minimizar el riesgo de que los adultos mayores se caigan.

Además, en la Thomas and Lyon Longevity Clinic para adultos mayores de la Universidad de Arkansas, las camillas son más anchas de lo habitual y su altura puede ajustarse electrónicamente. “A veces, es difícil cambiar de posición en una cama estrecha y muchos adultos mayores tienen miedo de caerse”, dijo Wei.

El personal de Long Island Jewish no se dio cuenta que no había suficientes andadores y sillas de ruedas en la entrada del hospital hasta que el problema salió a la luz durante las deliberaciones del comité de necesidades especiales. Ahora, “nos hemos asegurado de tener muchos disponibles”, dijo O’Gara-Shubinsky.

Algo tan simple como tener un gancho para colgar un bastón puede ser un gran gesto. “Lo ves mucho: un paciente mayor se sienta, no hay dónde poner un bastón y se cae al suelo”, dijo la doctora Diana Anderson, becaria de medicina geriátrica de la Universidad de California-San Francisco, quien también es arquitecta certificada.

Puertas

Diane Ashkenaz, de 68 años, tiene fibromialgia, dolor crónico y un tendón roto. También se ha sometido a dos reemplazos de rodilla. Cuando va a sus médicos en el área metropolitana de Washington, la mayoría de las veces usa un andador.

Y a menudo las puertas son un problema. “Ni mi médico de atención primaria ni mi cirujano ortopédico tienen en sus consultorios puertas que se abran automáticamente”, dijo Ashkenaz.

Contó que hace poco, la recepcionista de una clínica de dolor le dio un bolígrafo y papeles y le dijo: “¿Puede llenar esto por favor?” ¿Cómo se suponía que Ashkenaz podía sostener esos útiles mientras buscaba en dónde sentarse? Nadie pareció darse cuenta de que había un problema.

A la clínica que va Sue Christensen en Washington, las puertas de entrada se abren automáticamente y un asistente de enfermería la ayuda a entrar al consultorio. Pero cuando termina su cita, ella misma debe abrir la puerta de salida.

“Es bastante pesado y difícil tratar de salir y mover mi andador a la vez”, dijo Christensen. “No sé por qué no tienen un sistema de puertas más simple para personas que no tienen mucha fuerza o destreza”.

Asientos

Ashkenaz tiene otra queja: sillas en las salas de espera demasiado bajas o sin apoyabrazos, a los que pueda aferrarse para ponerse de pie.

En la oficina de su cardiólogo, hay un sofá con asientos profundos. “Se ve bien, pero haría cualquier cosa por no tener que sentarme allí”, dijo Ashkenaz. “Simplemente no puedo levantarme”.

Ahora, la clínica de Wei en la Universidad de Arkansas tiene sillas que son cuatro pulgadas más altas de lo normal, con apoyabrazos, para pacientes mayores. “Estas sillas siempre están ocupadas”, dijo.

Además, las salas de examen son lo suficientemente grandes como para colocar sillas para varios miembros de la familia. “Invitamos a todos a hablar sobre mamá o papá, para que todos puedan escuchar lo que se dice”, dijo Wei.

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