Morgan Carey, hermano de Mariah, declaró en una entrevista a The National Enquirer que su hermana cayó en una espiral suicida abusando del alcohol y las drogas, y teme que “muera como Whitney Houston”.
La mujer de 45 años estaría cada día peor y rodeada de un montón de personas que no se interesan por ella y son una mala influencia, acusó Morgan. “No tiene un sistema de contención y no se encuentra bien mentalmente”, agregó quien hace dos años que no la ve sobria ni habla directamente con Mariah.
Entre las explosivas declaraciones, opinó que no cree que su hermana esté en condiciones de cuidar a sus hijos, los mellizos Monroe y Moroccan. El impedimento se debería a que ahoga sus problemas anímicos con vino, champagne y fármacos.
La cantante habría ingerido bebidas alcohólicas durante el embarazo e incluso durante el período de lactancia en 2011, sugiere el hombre. Sus críticas también alcanzaron a Nick Cannon, ex marido de Mariah, quien solo habría estado interesado en el dinero de su esposa.
Sean ciertos o no los terribles dichos de Morgan Carey, la cantante no está pasando una buena racha. Durante su gira mundial Elusive Chanteuse en octubre de 2014, se presentó en Tokio, donde cometió diversos errores: no llegó a las notas, desafinó, se olvidó la letra de una canción y suspendió el concierto porque su micrófono no funcionaba bien.
En aquellos momentos estaba en carne viva a raíz de su crisis matrimonial. Se estaba divorciando de su esposo luego de 7 años de matrimonio. Tiempo después empezó a tener problemas mentales que la dejaron quebrada física y emocionalmente.
Se inclinó por la alimentación emocional y según un allegado a In Touch, se la podía ver frecuentemente en la cocina o en los restaurantes. Si se analiza su historia, sus fluctuaciones de peso siempre coincidieron con sus malas épocas emocionales, dijo la fuente.
Esta persona también indicó que Mariah se alejó del amor y se acercó a la pizza, alitas de pollo, chips de papa, chocolate y helados, “no puede dejar de comer ni trata de ocultar en público su voracidad".
Por eso es frecuente verla pidiendo platos suculentos en varios restaurantes de Los Ángeles y según afirmó Us Weekly, algunas veces se queda hasta las 7 de la mañana tomando prosecco.
Lejos quedó su silueta de 2012, cuando perdió 70 libras (31 kg) tras el nacimiento de sus hijos. Ha subido de peso notablemente, y aunque se la vea entusiasta, sin duda sufre por dentro. “Ella odia estar soltera y sola”, dijo el informante. a In Touch.