Cuando su marido falleció en un accidente de tránsito, la mujer - cuyo nombre no se dio a conocer por motivos legales – sin duda sintió que su vida se desmoronaba. Pero a las 48 horas vio que tenía una manera de preservar la memoria de su marido, y solicitó autorización para obtener una muestra de semen que le permitiera quedar embarazada de su pareja muerta.
El procedimiento no es novedoso porque ya se habían logrado embarazos hasta después de 30 horas de producida la muerte del portador. Pero en este caso se fue mucho más allá, ya que el plazo se extendió a 48 horas.
Steve Robson, un experto en fertilización in vitro y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional de Australia fue uno de los encargados de hacer posible el milagro. Considera que es uno de los casos más extraordinarios que le tocó vivir y relatará su experiencia en la Conferencia Mundial de Obstetras y Ginecólogos de Australia y Nueva Zelanda que se desarrolla entre el 12 y 15 de abril en Brisbane, Australia.
Según Robson, se trata de una historia de amor y le pareció increíble poder ayudar a una mujer con tanto coraje. La viuda elevó el especial pedido ante la Suprema Corte de Adelaida y el procedimiento se llevó a cabo en Canberra, ya que en Adelaida es considerado ilegal.
Hay distintas disposiciones respecto del uso póstumo de semen; en algunos distritos australianos solo se puede usar con consentimiento escrito, en otros no se permite utilizarlo o solo es posible si la muestra se tomó antes del fallecimiento. En el caso de esta mujer, logró probar que ella y su marido planeaban tener un bebé y autorizaron su solicitud.
El profesor Robson confiesa que en algún momento temió que el ADN del esperma hubiera sufrido daños por el tiempo transcurrido. Sin embargo nada de eso sucedió ya que la mujer quedó embarazada al primer intento y su hijo ya cumplió un año.
Kelton Tremellen, ginecólogo y especialista en fertilidad que tomó la muestra de esperma del difunto, confiesa que en ese momento su posición fue ambivalente. Por un lado lo consideraba una pérdida de tiempo, por el otro, creía que la mujer no tenía que actuar como lo hizo.
“Muchos iban a pensar que estábamos haciendo medicina de Frankestein, sacando esperma de un hombre muerto”, explicó. Además de Tremellen, muchos miembros conservadores de la Corte se mostraron en desacuerdo con el procedimiento por considerarlo algo no ético.
Hoy la madre y el niño están felices, y no hay evidencias de que hayan sufrido consecuencias físicas negativas. Y "lo que piensen los demás… es irrelevante", admite el ginecólogo.