Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos advierten sobre un escenario de salud pública digno de una pesadilla epidemiológica. Se trata de una temporada en la que están confluyendo tres poderosos gérmenes, el de la influenza, el que causa COVID-19, y el del virus respiratorio sincitial (VRS).
El virus de la gripe es el que circula en esta época del año en el hemisferio norte. Habitualmente, la propagación estacional de la influenza es gradual, y va en aumento hasta alcanzar un pico de casos entre enero y febrero. Sin embargo, esta vez ha comenzado a diseminarse temprano, y la cepa circulante es la conocida como H3N2, una variante conocida desde 1968, que tiende a causar casos más severos.
Lo que ocurre en el hemisferio sur en términos de la circulación viral de la influenza, generalmente presagia lo que ocurrirá al norte de la línea del Ecuador. Y esta temporada, la gripe se presentó hasta dos meses antes en varios países, como Australia, generando más casos y de más gravedad, en lo que se definió como la peor temporada de influenza en años.
En una temporada normal, el VRS circula en otoño e invierno sin disparar señales de alerta. Pero expertos dicen que el incremento en casos de este año puede deberse a que el virus se ha encontrado con una población de bebés y niños más vulnerable, ya que no estuvieron expuestos al virus por estar en aislamiento durante la pandemia, y por ende tienen menos inmunidad.
Por la misma razón, las embarazadas no estuvieron expuestas al VRS como en una situación habitual, y no les otorgaron inmunidad natural a sus bebés.
En el caso de COVID, definitivamente este coronavirus llegó para quedarse y hay nuevas variantes en circulación. El doctor David Ho, director del Aaron Diamond Aids Research Center en la Universidad de Columbia, y su equipo de investigadores, presentaron un panorama de las cepas de COVID-19 que hay que agregar a la lista.
Estas variantes, denominadas BQ.1, B.Q.1.1, XBB y XBB.1, todas derivadas de ómicron, tienen la capacidad de evadir tanto la inmunidad otorgada por las vacunas como la natural que el organismo genera al haber tenido la infección. El grado de vulnerabilidad depende de cuántas vacunas recibió la persona, si se administró los refuerzos y si desarrolló COVID-19.
La mayoría de las personas que contraen la influenza se recuperarán en un período que va desde unos pocos días hasta menos de dos semanas, pero algunas pueden desarrollar complicaciones (la neumonía es un ejemplo) como consecuencia de la influenza, algunas de las cuales pueden poner en riesgo la vida.
Las infecciones sinusales y del oído son ejemplos de las complicaciones moderadas de la influenza, mientras que la neumonía es una complicación grave.
Otras posibles complicaciones graves desencadenadas por la influenza pueden ser:
- la inflamación del tejido que rodea el corazón (miocarditis),
- el tejido cerebral (encefalitis) o
- el tejido muscular (miositis),
- y la insuficiencia multiorgánica (insuficiencia renal y respratoria).
La infección de las vías respiratorias por el virus de la influenza puede desencadenar una respuesta inflamatoria en el cuerpo y puede derivar en una sepsis.
La influenza también puede empeorar otros problemas de salud crónicos. Por ejemplo, las personas con asma pueden sufrir ataques mientras tienen influenza y las personas con enfermedades cardíacas crónicas pueden presentar un agravamiento de su condición desencadenado por la gripe, indican los CDC.
En el caso del VRS, suele causar síntomas similares a los de un resfriado, y desaparecer por sí solo en una o dos semanas. Sin embargo, en bebés y niños pequeños, y en personas mayores con sistemas inmunitarios debilitados o afecciones preexistentes, puede provocar una infección pulmonar grave.
Según explican los CDC, las personas infectadas con el virus respiratorio sincitial suelen ser contagiosas durante 3 a 8 días. Sin embargo, algunos bebés y personas con sistemas inmunitarios debilitados pueden continuar propagando el virus incluso después de que dejen de mostrar síntomas, hasta por 4 semanas.
Los niños a menudo están expuestos e infectados con VRS fuera del hogar, como en la escuela o en las guarderías, especialmente por esta vulnerabilidad que ha generado la pandemia de COVID-19. Luego, pueden transmitir el virus a otros miembros de la familia.
Este virus puede sobrevivir durante muchas horas en superficies duras como mesas y barandas de cunas. Y también suele vivir en superficies blandas, por períodos de tiempo más cortos.
Además de las nuevas variantes en circulación, otros factores entran en juego a la hora de predecir una nueva ola de COVID-19, entre ellos:
- Las nuevas cepas que los científicos están estudiando tienen mutaciones de las proteínas picos capaces de neutralizar a los anticuerpos.
- La circulación del virus se facilita ahora que la mayoría de las personas han vuelto a sus actividades normales, incluso las colectivas.
- Y, durante los meses de frío, hay más concentraciones de personas en interiores.
- La mayoría de los espacios sociales, y otros, ya no exigen el uso de máscaras.
- Si bien las campañas de inmunización acorralaron a las primeras cepas, la tasa de vacunación es más baja para los refuerzos.
La gripe, el VRS y COVID comparten síntomas, entre ellos algunos de los que afectan las vías respiratorias superiores, y las formas de transmisión. También comparten sus blancos: a quienes infectan con más facilidad:
- Las personas de 65 años en adelante,
- personas de cualquier edad con ciertas afecciones crónicas (como asma, diabetes, cardiopatías o enfermedades pulmonares),
- aquéllos con enfermedades que comprometen la funcionalidad del sistema inmunitario,
- las mujeres embarazadas,
- y los niños menores de 5 años, pero especialmente los que tienen menos de 2 y los bebés prematuros.
¿Qué puede pasar cuando estos tres microorganismos confluyen? ¿Pelean por el mismo grupo poblacional?
Algunos expertos hablan de una “tripledemia”, un escenario en el cual sea todos contra todos. Otros dudan de que COVID y la gripe circulen simultáneamente al mismo nivel de transmisibilidad, debido a un fenómeno conocido como "interferencia viral", que ocurre cuando la infección con un virus reduce el riesgo de contraer otro. De hecho, esto es lo que seguramente ocurrió con la baja de casos de gripe durante el aislamiento de la pandemia de COVID.
Pero ahora las reglas son distintas, porque las sociedades se han abierto de nuevo a recuperar la “normalidad” y no existen las barreras de salud pública impuestas para acorralar al virus.
Por eso, todos coinciden en que hay que tomar medidas para limitar la propagación y debilitar a los gérmenes. Las comunes: quedarse en casa si la persona está enferma, hablar con el médico, usar máscara en lugares cerrados o multitudinarios, no compartir utensilios, lavarse las manos con frecuencia.
En el caso de la gripe y de COVID, la vacunación es la mejor forma de protección individual y colectiva. La influenza es una infección estacional, por lo que la mejor forma de prevenirla es vacunarse cada año. El virus que la provoca cambia constantemente, por eso los científicos tienen que reformular la vacuna para hacerla efectiva cada año. Hay que vacunarse cuando los oficiales de salud lo recomiendan, ya que suele llevar dos semanas desde el pinchazo para que el sistema inmunitario alcance la máxima protección.
La misma regla funciona para COVID. La vacunación sigue siendo la mejor forma de acorralar al coronavirus, se vio durante la ola de infecciones luego de ómicron, que fueron leves comparadas con el ataque de la variante delta.
Además, más allá siguen manteniendo alta su principal función: prevenir la enfermedad severa y la hospitalización por COVID. Especialmente en personas mayores o aquéllas con afecciones preexistentes.
No hay una vacuna contra el VRS. Se hace un tratamiento de mantenimiento para que la persona esté confortable hasta que el organismo elimine el virus del cuerpo. Se puede:
- Controlar la fiebre y el dolor con antifebriles y analgésicos de venta libre, como paracetamol o ibuprofeno. (Los niños nunca deben consumir aspirina).
- Beber suficientes líquidos. Es importante que las personas con infección por VRS beban suficientes líquidos para prevenir la deshidratación (pérdida de líquidos corporales).
- El VRS puede causar infecciones más graves como bronquiolitis, una inflamación de las vías respiratorias pequeñas en los pulmones, y neumonía, una infección de los pulmones. Es la causa más común de bronquiolitis y neumonía en niños menores de 1 año.
Los adultos sanos y los bebés infectados con VRS generalmente no necesitan ser hospitalizados.
Pero los más vulnerables pueden necesitar hospitalización si tienen problemas para respirar o están deshidratados. En los casos más graves, una persona puede requerir oxígeno adicional o intubación, con ventilación mecánica. En la mayoría de estos casos, la hospitalización dura solo unos días.
Un medicamento llamado palivizumab está disponible para prevenir la enfermedad grave por VRS en ciertos bebés y niños que tienen un alto riesgo. El medicamento puede ayudar a prevenir la enfermedad grave por este virus, pero no puede ayudar a curar o tratar a los niños que ya padecen una enfermedad grave por RSV, y no puede prevenir la infección.
Esta historia se produjo utilizando contenido del estudio original, y de otras investigaciones médicas y fuentes de salud, y salud pública, destacadas en enlaces relacionados a lo largo del artículo.