El mercado del cigarrillo electrónico y los productos de tabaco se sigue expandiendo, a pesar de las normas y prohibiciones a niveles federales y locales que intentan eliminarlo en la región.
En Latinoamérica, esta industria movilizó $150 millones de dólares en 2021 y se pronostica que llegue a los $260 millones de dólares para 2027.
Los adolescentes son el grupo poblacional que más está consumiendo estos dispositivos de sistemas de liberación electrónica de nicotina (ENDS, por sus siglas en inglés). De una encuesta regional en cinco países realizada con 6,550 menores con un promedio de edad de 14 años, el 27.8% dijo ya había usado cigarrillos electrónicos.
La Annual National Youth Tobacco Survey de 2022 halló que, en Estados Unidos, más de 3 millones de estudiantes de escuelas medias y secundarias consumen algún producto de tabaco, y los cigarrillos electrónicos son los de uso más común. Estos jóvenes usuarios de tabaco no lo experimentan como una “diversión” de fin de semana, sino que son consumidores reguladores, de 10 días o más al mes.
En la región, Brasil, Argentina, México, Panamá, Uruguay y Venezuela los han prohibido, y otros países han aumentado sus impuestos al tabaco, o han elevado la edad en la que está permitido comprarlos, con el objetivo de limitar su uso. Sin embargo, al no haber un estricto control sobre estas normas, los cigarillos electrónicos siguen circulando y no han dejado de consumirse.
Este consumo es extremadamente dañino para toda la población, y especialmente para los adolescentes, en una etapa crítica, cuando el cerebro y el organismo en general todavía está en desarrollo.
Los cigarrillos electrónicos (e-cigarettes) son dispositivos de administración de drogas de alta ingeniería que crean y mantienen la adicción. Los primeros cigarrillos electrónicos no liberaban nicotina de forma tan eficientemente como los cigarrillos porque se trataba de nicotina de base libre (la nicotina original en líquidos de vapeo) demasiado fuerte y, por eso, difícil de inhalar.
Esta situación cambió con la introducción en 2015 de los productos Juul, de Juul Labs Inc, que agregaron ácido benzoico al e-líquido de nicotina para reducir el nivel de pH y formar nicotina protonada. La nicotina protonada aumenta el potencial adictivo al facilitar la inhalación de cantidades de nicotina que son difíciles de lograr para los usuarios inexpertos, que nunca han consumido cigarrillos tradicionales o con los viejos cigarrillos electrónicos.
Cuando un adolescente inhala los vapores del cigarrillo electrónico combinado con la nicotina, la droga se absorbe rápidamente a través de los vasos sanguíneos que recubren los pulmones. Llega al cerebro en unos 10 segundos.
En el cerebro, la nicotina se une a los receptores de acetilcolina que están en las neuronas, y libera dopamina, lo que provoca sensaciones de placer, y altera los circuitos cerebrales involucrados en el aprendizaje, el estrés y el autocontrol, lo que genera adicción y dependencia.
Los adolescentes y los adultos jóvenes son particularmente susceptibles a estos procesos químicos y a la adicción a los receptores de nicotina debido a la mayor plasticidad cerebral, ya que éste termina de desarrollarse por completo hacia los 25 años.
El ciclo de adicción al tabaco es similar al de otras drogas, cuanto más se acostumbra el cerebro y el organismo a tener nicotina, más difícil es prescindir de ella. Cuando se deja de vapear, el nivel de nicotina en el torrente sanguíneo cae, lo que puede causar sensaciones desagradables, síntomas físicos y fuertes deseos de vapear. Esto se define como adicción a la nicotina.
Marina Picciotto, neuróloga científica e investigadora de Yale, ofrece un claro ejemplo. Un estudiante sentado en una ruidosa clase, con tráfico que se escucha a través de la ventana, necesita poder desviar su atención de los sonidos que distraen para que pueda entender lo que dice el profesor.
“Los cerebros que no están expuestos a la nicotina aprenden a disminuir las conexiones, y esta focalización dentro del cerebro puede ocurrir de manera eficiente”, explica Picciotto. “Pero cuando el sistema se inunda con nicotina, esta focalización no ocurre de manera tan eficiente”.
La aparición de los cigarrillos electrónicos 15 años atrás revirtió la tendencia que se había logrado: disminuir el consumo joven de tabaco, y su uso en general. Con su incesante búsqueda de nuevos mercados, la industria de los productos de vapeo no solo ha vuelto a elevar el consumo entre menores, sino que este uso ahora comienza a edad más temprana.
El adolescente es absolutamente inconsciente de que ese consumo lo va a volver un adicto. Como lo explica Nii Addy, neurobiólogo de la Universidad de Yale, “la nicotina, el alcohol, la heroína o cualquier droga de abuso funciona secuestrando el sistema de recompensa del cerebro”.
Esta historia se produjo utilizando contenido del estudio original, y de otras investigaciones médicas y fuentes de salud, y salud pública, destacadas en enlaces relacionados a lo largo del artículo.