Dormilones tendrían más riesgo de ictus

El estudio publicado en la revista Neurology, encontró que las personas que dormían más de ocho horas tenían 46 % más probabilidades desarrollar un ACV en comparación con los individuos que dormían entre seis y ocho horas, Además, este riesgo fue aún mayor para aquellos cuyo sueño aumentó de corto a largo, con un riesgo casi cuatro veces mayor que el de las personas que mantuvieron una duración normal.

Dicha conclusión se basa en el análisis y seguimiento durante más de 9 años de 9,692 personas de entre 42 y 81 años que formaban parte del estudio prospectivo europeo sobre cáncer y nutrición (EPIC). Los participantes reportaron sus hábitos de sueño (cuántas horas dormían en promedio durante un día y si generalmente dormían bien) al inicio del estudio y cuatro años después.

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Durante el período de estudio, 346 voluntarios sufrieron un ACV. De acuerdo con los datos, de las 986 personas que reportaron dormir más de ocho horas por la noche, 52 tuvieron un ACV, en comparación con 211 de las 6,684 personas que dijeron dormir entre 6 y 8 horas.

Esta relación (entre el sueño largo y el ACV) se mantuvo igual luego de considerar otros factores como el colesterol alto, la hipertensión arterial, el índice de masa corporal y la actividad física. Los investigadores  no tienen claro aún por qué existe la relación entre el sueño y el riesgo de ACV. 

La falta de sueño se ha relacionado con factores como un metabolismo alterado y niveles elevados de cortisol (la hormona del estrés), lo cual puede conducir a una mayor presión arterial y el aumento del riesgo de accidente cerebrovascular. 

"Tenemos que entender las razones detrás de la relación entre el sueño y el riesgo de ictus", estableció el autor principal de la investigación, el profesor Kay-Tee Khaw en información difundida por la institución académica.

En Estados Unidos, cada 40 segundos alguien tienen un ACV. Los ataques cerebrales son la cuarta causa de muerte para todos los estadounidenses, incluyendo a la población hispana y la causa prevenible número uno de discapacidad, según cifras de la American Stroke Association. La mayoría de los ACV se producen en personas mayores de 65 años de edad.

La Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglé) calcula que cada año aproximadamente 795,000 estadounidenses sufren un primer accidente cerebrovascular o una recurrencia. Los que sobreviven pueden quedar paralíticos, sufrir problemas emocionales o padecer trastornos del habla, la memoria o el juicio. El grado de la lesión o del trastorno depende de cuál haya sido la arteria obstruida y durante cuánto tiempo quedó obstruida.

Un ACV o ataque cerebral se produce cuando falla la circulación sanguínea al cerebro. Las células cerebrales pueden morir debido a la disminución del flujo sanguíneo y a la falta de oxígeno resultante. Existen dos amplias categorías de ataque cerebral: aquellas causadas por un bloqueo del flujo sanguíneo y aquellas causadas por una hemorragia cerebral. 

El bloqueo de un vaso sanguíneo en el cerebro o el cuello, denominado ataque cerebral isquémico, es la causa más frecuente de ataque cerebral y es responsable de cerca del 80 por ciento de los accidentes cerebrovasculares. Estos bloqueos provienen de tres afecciones: la formación de un coágulo dentro de un vaso sanguíneo en el cerebro o el cuello, llamado trombosis; el movimiento de un coágulo de otra parte del cuerpo como del corazón al cerebro, llamado embolia; o el estrechamiento grave de una arteria dentro del cerebro o que va hacia él, llamado estenosis. La hemorragia dentro del cerebro o en los espacios que lo rodean causa el segundo tipo de ataque cerebral, llamado ataque cerebral hemorrágico.

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