Existen muchas buenas razones para apoyar el deseo de tus hijos de practicar deportes. Fomenta la actividad física, enseña nuevas habilidades, los ayuda a hacer nuevos amigos y les brinda la oportunidad de trabajar en equipo. Aun así, aunque la mayoría de los niños que participan en deportes lo hacen sin lesionarse, hay preocupaciones de salud y seguridad que deben tomarse en cuenta, dice Natasha Burgert, MD, pediatra de Kansas City y vocera de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP).
Los deportes y otras actividades recreativas representan aproximadamente 3.2 millones de visitas a la sala de emergencias cada año para niños de 5 a 14 años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Y no importa si tu hijo está comenzando a practicar fútbol para pequeñitos o juega en un equipo que ya compite, ambos pueden enfrentar algunos riesgos. "Los niños más grandes tienen más masa, lo que significa que pueden ejercer más fuerza y eso puede provocar más lesiones", dice Burgert. "Pero, los niños pequeños tienden a sufrir lesiones debido a la falta de experiencia o por jugar de manera descuidada".
Conocer estos 5 riesgos potenciales comunes y tomar medidas para prevenirlos ayudará a tu hijo a tener una temporada segura y saludable.
1. Deshidratación
Practicar un deporte de otoño puede significar comenzar prácticas (e incluso los juegos) cuando el clima todavía pareciera ser el del verano. Las altas temperaturas y la humedad significan más sudoración, lo que requiere más hidratación. "Una buena hidratación durante todo el día, no solo durante la práctica o el juego, es importante para mantener un equilibrio adecuado de líquidos y electrolitos", dice Burgert.
Como regla general, ella recomienda tomar pequeñas cantidades frecuentemente durante el día. Aproximadamente 15 minutos antes de un juego o práctica, un niño debe beber entre 12 y 16 onzas, luego otras 6 a 8 onzas por cada 15 minutos de juego intenso. Para la mayoría de los niños activos, el agua pura es la mejor opción. "Las bebidas deportivas que contienen electrolitos no son necesarias a menos que alguien juegue vigorosamente durante más de una hora sin detenerse", dice Burgert.
Casi todas estas bebidas también contienen una gran cantidad de azúcares añadidos que los niños no necesitan (por ejemplo, una botella de 20 onzas de Gatorade contiene 34 gramos de azúcar).
2. Quemaduras de sol
Es cierto que los rayos ultravioleta del sol son más fuertes en el verano y disminuyen conforme transcurren los meses de otoño. Pero eso no significa que esté bien no usar protector solar durante los juegos y las prácticas. La Academia Estadounidense de Dermatología (AAD) recomienda usar en toda la piel expuesta un protector solar de amplio espectro con un SPF de 30 o superior, resistente al agua y al sudor, sin importar la estación del año. Para entrenamientos largos, vuelve a aplicar después de 2 horas, o más seguido si el niño ha sudado excesivamente. Y no hay que olvidar las áreas como las orejas y la parte posterior del cuello; a menudo no están cubiertas por cascos o gorras deportivas.
3. Conmoción cerebral
No hay duda de que las conmociones son una preocupación seria para los atletas jóvenes y, según un estudio publicado en la revista BMC Emergency Medicine, casi dos quintas partes de todos los traumatismos craneales relacionados con los deportes ocurren en niños de 12 a 17 años.
"El fútbol es el deporte número 1 en el que vemos conmociones y el número 2 es el soccer femenino", dice Richard So, MD, doctor en medicina deportiva pediátrica en Cleveland Clinic Children's. "Pero también las veo en una variedad de otros deportes, incluido el voleibol y el porrismo".
Es importante para los padres (y los entrenadores), dice, no subestimar una posible lesión en la cabeza. "Si tu hijo experimenta varios síntomas de conmoción cerebral, como dolor de cabeza, confusión mental, fatiga o problemas de la vista, debe salir del juego y ser evaluados por un médico", dice So. "El cerebro en desarrollo necesita tiempo para sanar, y un segundo impacto antes de que sane por completo una conmoción puede causar un daño grave o incluso ser fatal".
En cuanto a la prevención de las conmociones cerebrales, la clave es aprender a jugar de manera más segura. "La prevención proviene del entrenamiento", dice. "Los entrenadores deben enseñar las reglas y la técnica adecuada, así como el uso de los equipos de seguridad adecuados". Asegúrate de que tu hijo use un casco apropiado y otro equipo de protección y asegúrate de que el entrenador no permita prácticas peligrosas.
4. Lesiones por exceso de entrenamiento
Las largas horas de práctica y muchos movimientos repetitivos pueden conducir a lesiones por uso excesivo (como dolor en las espinillas o en los hombros). De hecho, la mitad de todas las lesiones de la medicina deportiva en niños y adolescentes son por uso excesivo, informa la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP).
Entrenar con demasiada intensidad, especialmente después de un verano sin practicar el deporte, combinado con muy poco tiempo de descanso entre los entrenamientos puede estresar los huesos, los músculos, los ligamentos o los tendones. "Un entrenador inteligente ayudará a los atletas a acostumbrarse a los entrenamientos gradualmente y a mezclar los entrenamientos para evitar demasiados movimientos repetitivos", dice Burgert.
Y dado que un niño competitivo, o simplemente muy entusiasta, puede querer sobreponerse al dolor, los padres deben prestar atención a los signos de lesiones por uso excesivo. Los síntomas como enrojecimiento o hinchazón de una articulación, dolores musculares que duran más de 1 o 2 días, o dolor que interfiere con el juego deben ser informados al profesor, entrenador o al pediatra de tu hijo.
5. Ansiedad
Jugar un deporte es divertido, pero ser parte de un equipo en un entorno competitivo puede generar mucha presión. Como padre, puedes ayudar a establecer las expectativas de tu hijo elogiando su esfuerzo y sus logros, en lugar de enfocarse únicamente en ganar o lograr un rendimiento perfecto. Si el entrenador de tu hijo ejerce demasiada presión sobre los atletas, habla con él o ella y, si es necesario, busca otro equipo.
Para calmar el nerviosismo normal antes del juego, Burgert sugiere usar técnicas de meditación y visualización para ayudar al cerebro a concentrarse en las acciones que el cuerpo necesita realizar. Esto puede ser tan simple como que le sugieras a tu hijo que tome unos minutos para sentarse tranquilamente y se forme una imagen en su mente del juego que está a punto de iniciar o se imagine corriendo por el campo de fútbol y pateando la pelota hacia la portería.
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