El dolor, posiblemente, la razón por la que más gente visita al médico. De acuerdo a su intensidad puede afectar tu calidad de vida y muchas veces una receta de opioides resuelve el problema, aunque luego traiga otros, como la adicción. Pero estos fármacos no son la única opción para sentirte mejor.
El dolor tiene el propósito de advertir al cuerpo cuando está en peligro: si tocas una estufa caliente o te pinchas con un cactus, alejas la mano al sentilo. En muchos casos es algo pasajero y desaparece con un analgésico simple, pero, cuando se hace crónico, puede llegar a causar angustia, irritabilidad y afectar considerablemente el día a día de quien lo padece.
Michael Oshinsky, experto en dolor de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés) dice que los opioides funcionan bien como terapia para muchas personas y para muchos tipo de dolor, ya que impiden que el cuerpo procese la sensación dolorosa en muchos niveles, desde la piel hasta el cerebro. Los problemas vienen porque estos fármacos también producen sentimientos de felicidad y bienestar.
Mientras más sensación de alivio y bienestar da un opioide, más los quiere tomar el paciente. Y mientras más se prolongue el tratamiento, el paciente necesitará subir la dosis para seguir percibiendo el efecto con la misma intensidad. Es así como surge la adicción.
Los científicos, explica Oshinsky, no han logrado desarrollar opioides que reduzcan el dolor sin producir estos efectos adictivos. Pero "no necesitamos 'mejores' opioides. Necesitamos alejarnos de la dependencia de los opioides para desarrollar tratamientos para el dolor”.
En busca de alternativas
Hay otras drogas que pueden ser igual de efectivas para el dolor agudo, como el de muela o después de una cirugía, como el paracetamol o el ibuprofeno y son de venta libre. Existe la creencia de que los medicamentos recetados funcionan mejor para el dolor agudo, mas no siempre es así.
Cuando se trata de dolor crónico es más complicado. Si este se prolonga durante más de tres meses, se considera dolor crónico y solo en Estados Unidos hay más de 25 millones de personas que lo padecen. Sus causas son tan diversas como un nervio dañado en un accidente o una patología.
"El dolor es una combinación de una experiencia sensorial y emocional", explica David Williams, médico de la Universidad de Michigan que participa una investigación sobre el dolor financiada por los NIH. Sus avances indican que las terapias de conversación, como la cognitiva conductual, pueden ayudar a muchas personas que sufren dolor central crónico, ya que "enfatizan el comportamiento o el pensamiento de diferentes maneras que alteran la percepción del dolor".
El especialista afirma que los medicamentos que no son opioides también pueden ayudar a algunas personas con dolor crónico. Muchos de estos fármacos se desarrollaron para tratar diferentes afecciones, como convulsiones, depresión o ansiedad, pero también son capaces de aliviar el dolor crónico al cambiar la forma como el cerebro lo procesa.
En ciertos casos funcionan los dispositivos que estimulan los nervios directamente para bloquear las señales de dolor que llegan al cerebro. También se ha demostrado que quienes experimentan ciertos tipos de dolor, se benefician con el ejercicio, la acupuntura, los masajes y el yoga.
Todos los días mueren más de 100 estadounidenses a causa de una sobredosis de opioides, incluidos los recetados. No todas las alternativas para el dolor funcionan para todos los casos, pero, en medio de esta crisis, vale la pena buscar tratamientos no adictivos.
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