Las uñas están formadas por capas de una proteína endurecida llamada queratina, que también se encuentra en el cabello y la piel. Una uña sana puede indicar la salud general del cuerpo: todo parece estar bien si se ve lisa y de color uniforme. Pero cuando aparecen manchas, cambios de textura o color o escamas, puede ser señal de que algo no anda bien. En este caso hay que prestar atención y consultar al médico.
La Asociación Canadiense de Dermatología define a las uñas escamadas como onicoquicia. Y la describe como la afección que aparece cuando la uña se torna quebradiza, ajada y demasiado suave y delgada o extremadamente seca. Si bien es común en las mujeres, en especial a partir de la menopausia, hay alteraciones en la salud y hábitos que pueden afectar las uñas. Por ejemplo:
- Problemas hormonales y de tiroides: los cambios de textura de las uñas podrían ser tratados por un endocrinólogo. En cuanto a los cambios hormonales de la menopausia, la baja en los niveles de estrógeno pueden afectar la dureza de las uñas.
- Estrés: se ha descubierto que puede incidir debilitando las uñas. Para bajar la ansiedad conviene tratar de dormir más, consumir tés de hierbas relajantes, hacer ejercicios de yoga o meditar.
- Uso de productos abrasivos: los detergentes y productos de limpieza pueden afectar las uñas. Para prevenirlo conviene usar guantes de goma afelpados para lavar la vajilla y realizar los quehaceres domésticos.
- Abuso de esmalte de uñas: su uso durante mucho tiempo, o el removedor a base de acetona pueden ser un enemigo de las uñas. Conviene dejarlas “descansar” periódicamente, 4 o 5 días al mes. Luego aplicar un esmalte con proteínas para fortalecerlas o con fibras de nylon para endurecer.
- Excesiva humedad: mojarse y secarse las manos con frecuencia puede ser malo para las uñas. Lo mismo ocurre si están demasiado secas. Se pueden tratar aplicando una crema humectante a base de lanolina o humedeciendo las uñas y cutículas con un algodón embebido en aceite de oliva o de almendras, o una combinación de ambos. Lo ideal es aplicarlo dos veces por semana, preferentemente al acostarse.
- Limado inadecuado: cuando las uñas están escamadas conviene pasar una lima de papel fina, y pasar suavemente sobre la uña en dirección al crecimiento. Nunca insistiendo hacia atrás y adelante.
- Deficiencias nutricionales: una alimentación incompleta puede afectar el aspecto de las uñas.
El tema de la nutrición es muy importante para tener uñas fueres y sanas. Por eso conviene reforzar el aporte de calcio (lácteos, y verduras de hoja verde). Hay vitaminas y minerales que también pueden ayudar a recuperar tus uñas como el zinc, que evita que se vuelvan resecas y quebradizas, hongos, semilla de girasol, yema de huevo, carne y pescado.
El Colegio Osteopático Americano de Dermatología explica que la deficiencia de hierro también puede afectar las uñas. Se puede revertir con el consumo de frutas disecadas como las pasas de uva, legumbres, arvejas, verduras de hojas oscuras, carnes rojas, pavo y yema de huevo.
La vitamina C ayuda en la producción de colágeno, que el cuerpo usa para formar el pelo y la uñas. Está en los frutos rojos, pimientos, cítricos y vegetales verdes. También conviene incorporar vitaminas del grupo B presente en los granos, soya y yema de huevo.
Durante la menopausia conviene aumentar el nivel de calcio, zinc, hierro y ácidos grasos saludables como el que contienen las almendras. Seis unidades al día ayudarán a mejorar las uñas y evitar que se deterioren.
Hay suplementos dietarios que pueden ayudar a fortalecer las uñas, como la biotina. También se pueden consumir suplementos dietarios de vitamina A, B, D o calcio, aunque una alimentación balanceada es suficiente para incorporar todos los nutrientes que el cuerpo necesita para tener uñas fuertes y resistentes. .