"Quiero golpearte en la cara" o "¿Qué miras, retardado?" no son de las primeras frases que un médico debiera decirle a un paciente... anestesiado. Mejor dicho, a ningún paciente.
Sin embargo esto ocurrió en un centro médico de Reston, en el estado de Virginia, el 18 de abril del 2013, y la historia la cuenta el periodista Tom Jackman de The Washington Post en su edición del 24 de junio, a un día de conocerse la sentencia contra la anestesióloga Tiffany M. Ingham, quien lideró la práctica, y las malas palabras contra el paciente.
Como iba a recibir anestesia general para realizarse una colonoscopía, el hombre —su nombre no se dio a conocer— decidió prender su celular con el fin de grabar las instrucciones del médico sobre qué debía hacer tras el procedimiento. Pero lo que escuchó en el auto mientras volvía a su casa resultó una pesadilla: insultos, bromas pesadas sobre su pene, y hasta la idea de inventarle un diagnóstico porque "la gente se preocupa por sus problemas médicos. Por eso deben tener problemas médicos".
Ingham escribió en la historia clínica del hombre—quien a los fines del juicio se conoció como D.B.—que tenía hemorroides cuando no era cierto, indica el texto de la demanda. Y durante el procedimiento realizado por el gastroenterólogo Soloman Shah, quien no tuvo cargos porque sólo hizo un chiste, se burlaron de una lastimadura que tenía el paciente en el pene diciendo que debía tener "sífilis o tuberculosis".
La anestesióloga también hizo bromas porque el hombre estudiaba en el Mary Washington College, una universidad que supo ser sólo de mujeres, sugiriendo que podía "ser gay".
El hombre presentó una demanda por difamación y en su testimonio aseguró que se sintió humillado, que comenzó a sufrir ansiedad e insomnio tras el hallazgo de que había sido "brutalizado verbalmente" durante el procedimiento médico.
Uno de los jurados, Farid Khairzada, dijo que los médicos no pudieron presentar una defensa sólida porque toda la ofensa había quedado grabada.
Finalmente, la corte de Fairfax, Virginia, falló que el hombre debe recibir una compensación de $500,000 por parte de la anestesista y el centro en donde ejercía en Bethesda, Maryland. La médica ya no trabaja allí y los récords de la corte indican que se mudó a Florida.
¿Los médicos bromistas perderán sus licencias? Aún no se sabe.