En algunos países latinoamericanos ya se están instalando entre los jóvenes estas celebraciones que se convocan desde las redes sociales. Así el círculo se va armando y los participantes confirman su asistencia.
La fiesta Semáforo se comenzó a difundir en Colombia y Perú, pero llegó a otros países, como Argentina, Puerto Rico y México.
Los jóvenes que participan reciben licor y drogas como un “pasaporte” obligado a la diversión, pero eso es sólo el comienzo. Una de las reglas del juego es llevar brazaletes de distintos colores, lo que define hasta dónde el adolescente está dispuesto a llegar: el rojo indica que el asistente tiene pareja o está acompañado, el amarillo que tiene dudas para iniciar una relación, y el verde que está dispuesto a todo.
También se adoptan las formas más inverosomíles de consumir alcohol, se denomina "slimming" y consiste en introducir la bebida a través de los ojos, la vagina y el ano, para procurar obtener un efecto más rápido y poder desinhibirse.
En estas fiestas se celebran las "ruletas sexuales" que nacieron en Colombia, en las que los jóvenes tienen relaciones de manera rápida y sin protección mientras bailan, y aquél que eyacula primero, pierde.
La lista de riesgos es muy amplia, estas fiestas que horrorizan a cualquier adulto, exponen a los púberes a caer en adicciones a una corta edad, dado que los estudios científicos demuestran que mientras más temprano se inician el consumo de drogas y alcohol, mayor es el daño al organismo y más difícil es volver de ese camino. Ni qué hablar de las relaciones casuales sin protección en las que los adolescentes están expuestos a todo tipo de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, con los consiguientes riesgos para la salud a lo largo de toda su vida.
Pero aunque éstas sonaban terribles, ahora se han puesto de moda las fiestas Candy, donde el alcohol y las drogas se dan por sentado, pero los participantes deben sí o sí aceptar tener relaciones sexuales durante el evento.
Los menores de edad son los principales asistentes, mientras que las redes sociales se encargan de captar seguidores para este tipo de diversión, que pueden llegar a nuclear hasta a 2 mil personas, como una celebrada en Perú, que terminó con una redada policial.
La palabra Candy suena amigable, dulce, pero ahora los jóvenes le han dado otro significado, un grupo musical dice al son de reggaeton: “ven a la fiesta Candy, te gusta el sexo, en exceso” y sugiere las posturas a tomar para tener sexo casual en una disco.
En Perú y Colombia, donde más éxito han tenido las fiestas Candy, las autoridades expresaron públicamente su preocupación por los problemas de salud planteados en estos encuentros.
Y por último, en la lista de nuevas y peligrosas fiestas, surgieron las Arco iris, donde niños y niñas de 11, 12 y 13 años practican el sexo oral a desconocidos.
En todas, el denominador común es que la convocatoria se hace a través de las redes sociales, y los jóvenes que participan muchas veces son filmados durante el evento y luego esos videos se usan para promocionarlas: las suben a Youtube sin consentimiento y los menores se ven expuestos a todo lo que implica esa difusión, como el abuso, la trata y la prostitución infantil.
Jóvenes y manejo de las redes sociales
Los desafíos para los padres ya no sólo implican estar atentos a las amistades y salidas de sus hijos adolescentes, sino que deben tener un ojo puesto en lo que ven en las redes: el anonimato que las protege permite que las promociones y convocatorias de todo tipo puedan hacerse con total libertad.
De acuerdo con el Dr. Michael Breus, de la American Academy of Sleep Medicine, "Las redes sociales llegaron para quedarse, pero eso no implica que los menores puedan usarlas sin límite. Es importarte inculcarles a los jóvenes buenos hábitos sobre el uso del internet, para que permanezcan seguros y sanos en esta era de tecnología".
"Si los niños o jóvenes no tienen una navegación segura, podrían terminar en sitios de pornografía, con contenidos violentos y de odio, o que promueven comportamientos peligrosos, como desórdenes alimenticios o abuso de sustancias", destaca la Dra. Gwenn O'Keeffe, de la Academia Americana de Pediatría.
Los padres deben saber qué contenido mira su hijo. Según un estudio de la compañía de antivirus AVG, el 58% de los padres no conoce el funcionamiento de las redes sociales y, por tanto, ignora los riesgos que éstas tienen.
Pero "Es necesario que los padres conozcan y comprendan cómo sus hijos usan internet para poder establecer límites y normas de seguridad", aseguró la Dra. O’Keeffe.