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Personas se identifican como "vampiros"

Cuando pensamos en vampiros, inmediatamente aparecen en la mente Edward Cullen, el bello vampiro de Twilight, o Bela Lugosi, incluso Nosferatu. Nunca pensaríamos que el vecino que riega las plantas cada domingo, con el que comentamos el pronóstico del tiempo... es un vampiro.

Sin embargo, al parecer el ser vampiro es una identidad que existe y que es objeto de estudio académico. Las personas que se autodefinen como vampiros están influenciadas por décadas en las que los chupasangre han sido objeto de culto en la cultura popular. Pero no son seres endemoniados que matan a diestra y siniestra sino personas que necesitan de energía extra para funcionar, y que sí, a veces, beben sangre.

Personas se identifican como "vampiros"

Investigadores de la Universidad Estatal de Idaho y del Center for a Positive Sexuality de Los Ángeles publicaron un trabajo que analiza esta personalidad vampira y su real espacio en la sociedad. 

El estudio asegura que se trata de personas que buscan energías diferentes a otras, ya sea a través de la ropa que usan, de lo que beben o de la espiritualidad. Comparten una fascinación por la vida eterna —los vampiros no envejecen ni mueren, salvo bajo circunstancias especiales— y no dudan en adicionar colmillos a su dentadura o dormir en ataúdes.

Definitivamente no encajan en grupos demográficos convencionales, aunque sus tareas diarias y sus vidas en general lo sean. De hecho, ellos mismos consideran que nacieron con esa condición, revela el doctor D.J. Williams, uno de los autores del estudio.

Para el trabajo, los autores entrevistaron a 11 personas con identidad vampira, y todos coincidieron en el temor que sienten a "salir del ataúd" por miedo a que se los catalogue como locos, como individuos inestables. Según los autores, los primeros que deben tener una mente abierta ante un paciente-vampiro son los médicos y asistentes, quienes tal vez deban enfrentarse a un persona con una pequeña cortadura en su pecho producto de haber permitido que alguien bebiera un poco de su sangre.

Seductores, inquietantes, siniestros y definitivamente hermosos —muchos recordarán a Tom Cruise y Brad Pitt en Interview with the Vampire—  los vampiros han sido históricamente una figura aristócrata a la vez que repugnante. Sin embargo, en este siglo, la imagen pública del vampiro se ha estilizado, como Edward y Bella (foto abajo) que sólo beben sangre animal o Bill Compton, el vampiro de la serie True Blood, creado en la Guerra de Secesión, con sentimientos más nobles que cualquier humano.

Para el investigador experto en vampiros Joseph Laycock (video abajo, producido por la Universidad de Boston), autor de Vampires Today: the Truth About Modern Vampirism y del ensayo Real Vampires as an Identity Group, hay personas que se sienten atraídas por la estética vampira y les gusta vestir con ropas góticas y leer novelas de Anne Rice (la autora de Interview with the Vampire).

Pero los que definen su identidad como vampira, creen en una conexión espiritual que los une, además del deseo de probar aunque sea una gota de sangre humana. Ellos se consideran vampiros reales, muchos son miembros o participan de los foros de la Atlanta Vampire Alliance, entidad que Laycock estudió por un año.

Para Laycock estos rituales no están alejados de las religiones convencionales. En una entrevista realizada en BU Today (Boston University Today), explicó que la idea de transmutación a través de la sangre no es ajena a la liturgia católica, ya que el vino que beben los apóstoles en su última cena es una metáfora de la sangre de Cristo.

Pero, es cierto, Cristo es venerado por millones, pero los vampiros reales... por ahora están confinados a sus logias y a vivir en el anonimato. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Copenhagen realizado con adolescentes daneses asegura que los vampiros acercan a los jóvenes a formas de espiritualidad más simples: ellos no buscan grandes respuestas en la religión, sino un sentido de pertenencia.

De todas formas, la mayoría de los investigadores coinciden en que el tema es delicado porque puede rozar costados límite de la naturaleza humana, y hacen falta más estudios para entender el origen y los alcances de esta "nueva identidad".

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