Tal vez por las mentes de Michael Elkins, John Morgan, Tyler Turner y William Thrower pasó alguna vez que serían —o volverían a ser— arrestados por traficar droga. Pero seguramente nunca pensaron que ese acto criminal contribuiría a expandir el virus del sida en el sudeste del estado de Indiana.
Los cuatro hombres fueron arrestados el sábado 20 de junio, según informó la agencia de noticias AP, como sospechosos de haber vendido dos poderosos calmantes (painkillers en inglés) a adictos a drogas intravenosas. Ese intercambio de jeringas a partir del uso de metanfetamina y Opana diseminó el VIH de una manera veloz, hasta sumar cerca de 170 casos.
De acuerdo con un reporte de la Drug Enforcement Administration (DEA), los hombres tenían al momento de ser arrestados 16 onzas de metanfetamina y 19 píldoras de Opana.
Desde abril, la emergencia sanitaria de Indiana ha puesto en el tapete de manera dramática tres graves problemas de salud pública: la adicción a drogas intravenosas, la creciente adicción a calmantes del dolor, y el VIH.
Según explica el Instituto Nacional de Abuso de Drogas, las personas adictas a drogas intravenosas se inyectan metanfetamina disuelta en agua o en alcohol. El objetivo: acelerar la producción de dopamina, una sustancia cerebral vinculada al placer y a la euforia.
Aunque puede ser recetada de manera legal para tratar condiciones médicas como la hiperactividad, su versión ilegal daña el cerebro de manera irreversible. La producción de metanfetamina (los fanáticos de la serie Breaking Bad lo saben bien) se realiza en laboratorios clandestinos, especialmente en el sur del país y en México, de acuerdo con la DEA.
Opana se utiliza de la misma manera y causa un efecto similar al de la metanfetamina, pero, como esta droga tiene una acción más rápida, muchos adictos llegan a inyectarse hasta 15 veces por día para mantenerse "high" (www.drugabuse.org).
En este estado de semiconciencia, el intercambio de jeringas aceleró la transmisión del VIH en Indiana, generando el brote —el primero importante en una zona rural del país— que todavía está en etapa de control.
Este brote es una señal de alarma para el país, según analizan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), porque ha demostrado la efectividad con la que el VIH "viaja" de jeringa en jeringa. El 10% de los 50,000 nuevos contagios que ocurren cada año se dan por intercambio de jeringas. De acuerdo con los CDC, unas 1,2 millones de personas viven con VIH/Sida en el país, y una de cada 7 de ellas no sabe que es portadora.
Desde el comienzo del brote, autoridades de Indiana están realizando intensas campañas de prevención y el gobernador Mike Pence autorizó un amplio programa de distribución de jeringas —ya se distribuyeron más de 7,000— para frenar la cadena de contagio.
Una tarea ardua en una zona donde la palabra VIH parecía algo lejano. Austin es un pueblo de apenas 4,300 habitantes, en el que el 23 por ciento de las personas vive bajo la línea de pobreza, con bajísimo acceso a atención médica. Como parte de la campaña estatal, se instalaron clínicas para evaluar a personas en riesgo y realizar pruebas de VIH.
El Departamento de Policía de Indiana informó que seguramente se realicen más arrestos en conexión con esta red de venta de "painkillers", mientras se trata de localizar a otras 60 personas que habrían estado expuestas al VIH.
Este tipo acciones, el arresto de los cuatro hombres, tiene pocos precedentes, pero refuerza la idea de la responsabilidad pública que existe en este tipo de brotes.