La llegada de las temperaturas bajas son como una campana de largada para los virus de la gripe y el resfriado común. Si bien los virus de la influenza estacional pueden detectarse durante todo el año en EE.UU., son más comunes durante el otoño e invierno.
La época y la duración exactas de la temporada de influenza puede variar, pero la actividad a menudo comienza a aumentar en octubre. La mayoría de las veces el período de más casos transcurre entre diciembre y febrero, y la “temporada de gripe” puede durar hasta finales de mayo, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Para empezar, debemos distinguir entre el resfriado común y la gripe, porque los virus que los causan no necesariamente se comportan de la misma manera.
El resfriado común casi siempre se presenta con dolor de garganta, obstrucción nasal y tos. Hay más de 200 virus que pueden causarlo, pero los rinovirus son los culpables más comunes.
En cambio, la gripe es causada por el virus de la influenza. Los resfríos comunes y la gripe comparten muchos síntomas, pero la gripe a menudo también se manifiesta con fiebre, dolor en el cuerpo y sudores fríos o escalofríos. Ésta última es mucho más peligrosa, por eso los CDC recomiendan a todas las personas desde los 6 meses en adelante, vacunarse cada año para protegerse contra la influenza.
¿El frío ayuda a la supervivencia de los virus?
Hay varias respuestas a la pregunta de por qué el resfriado común y la gripe son más frecuentes con las temperaturas bajas.
Una de ellas es que el frío afecta el comportamiento de los virus y también la forma en que nuestro sistema inmune se enfrenta a las infecciones, ya que pasamos más tiempo en lugares concurridos y con menos exposición a la luz solar.
Los virus comunes de resfriado y gripe intentan entrar en nuestros cuerpos a través de la nariz, y allí hay mecanismos de defensa sofisticados: los pelos y la presencia de mocos. Estos invasores deberían quedar atrapados allí, pero el aire frío traspasa la barrera nasal y hace más lento el proceso de protección de la mucosidad. Los virus entonces pueden permanecer allí por más tiempo y luchar para entrar en el cuerpo, explicó a Medical News Today, la Dra. Yella Hewings Martin, del King’s College of London, en Inglaterra.
Otra explicación es que durante el invierno, los niveles de radiación ultravioleta del sol son mucho más bajos que en verano. Esto tiene un efecto directo sobre la cantidad de vitamina D que puede producir nuestro cuerpo, y ésta tiene un papel vital en la producción de una molécula antimicrobiana, que se ha demostrado limita la capacidad del virus de la gripe para replicarse.
Bajas temperaturas y lugares cerrados
“El aire frío y seco ayudaría al virus a permanecer en el aire el tiempo suficiente como para provocar infecciones, y los brotes de gripe ocurren más o menos una semana después del primer período de tiempo frío y humedad baja, hallaron los científicos de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia.
"Según nuestros cálculos, una semana fría con una temperatura promedio por debajo de cero grados Celsius (32 ºF) precede el inicio de la epidemia de gripe" dijo el investigador del estudio, Nicklas Sundell, del Hospital Universitario de Sahlgrenska, en Gotemburgo.
"Creemos que ese descenso súbito en la temperatura contribuye a 'arrancar' la epidemia. Una vez que ésta ha comenzado, continúa aunque las temperaturas aumenten, porque cuando las personas están enfermas y contagian, muchas más pueden infectarse", dijo Sundell.
Además de que los virus viven más tiempo bajo temperaturas bajas, se suma el hecho de que la gente permanece más tiempo en lugares cerrados y con calefacción, lo que ayuda a que los virus circulen en el aire y se transmitan fácilmente de persona a persona.
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