La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) que hoy en día se puede tratar fácilmente y curarse. Sin embargo, si no se recibe tratamiento adecuado, puede llevar a complicaciones de salud graves, e incluso mortales.
La bacteria que la causa, llamada Treponema pallidum, se presentó en sociedad hacia 1490, cuando soldados que luchaban en las últimas guerras medievales, y que tenían encuentros sexuales ocasionales a lo largo del camino, comenzaron a presentar llagas extrañas que empeoraban con el tiempo y de repente desaparecían. Se creían curados pero, años después, tenían dificultad para coordinar sus movimientos, se quedaban ciegos, y hasta enloquecían. A un efecto dominó de fallas orgánicas, le seguía la muerte. En aquellos años todavía no sabían que morían por la misma infección que habían adquirido tal vez décadas atrás.
La sífilis tiene un periplo muy distinto al de otras enfermedades de transmisión sexual. La infección se divide en cuatro fases, con síntomas característicos (o la ausencia completa de ellos): primaria, secundaria, latente y avanzada
Etapa primaria. Al infectarse, generalmente por el contacto directo con una llaga de sífilis durante las relaciones sexuales vaginales, anales u orales, la persona presenta una lesión ella misma. Como es una llaga que puede parecerse a un pelo encarnado o a una pequeña lastimadura, y no causa dolor, muchas veces puede pasar desaparcebida. Estas llagas duran entre 3 y 6 semanas, y desaparecen por sí mismas. Esto no quiere decir que la persona está curada.
Etapa secundaria. En este momento de la infección, las llagas son muchísimo más visibles y pueden aparecer en la boca, el ano o la vagina, o en forma de erupciones en la piel, las palmas de las manos y las plantas de los pies. También pueden desaparecer por sí solas, dando la misma sensación que en la etapa primaria: que se trata de algo temporal. No es así ya que, de hecho, esta es la última oportunidad de recibir tratamiento y eliminar la bacteria del organismo. Porque después, entra en una etapa latente en la cual puede no presentar síntomas por años, pero seguir dañando despacio a distintos órganos.
Etapa latente y avanzada. Esta etapa comienza cuando todos los síntomas han desaparecido y puede durar años. Los síntomas de la fase avanzada de sífilis incluyen dificultad para coordinar los movimientos musculares, parálisis (no poder mover ciertas partes del cuerpo), ceguera y demencia. En las fases avanzadas de la sífilis, la enfermedad daña los órganos internos y puede causar la muerte.
En una infección por sífilis, un caso “temprano” es cuando un paciente ha estado infectado por un año o menos, durante las etapas primaria y secundaria. Las personas que tienen infecciones de sífilis “tempranas” pueden propagar la infección más fácilmente a sus parejas sexuales. La mayoría de estos casos ocurren actualmente entre los hombres que tienen sexo con hombres, aunque las embarazadas pueden transmitir la sífilis al feto durante la gestación.
La sífilis llegó para quedarse. Viajó a América en las carabelas españolas, y siguió apareciendo en brotes aislados, siempre buscando abrirse camino, infectando a más personas. Incluso a aquellas que ya habían tenido la infección y, luego de curarse, volvieron a contagiarse.
En su libro Disease: The Extraordinary Stories Behind History's Deadliest Killers, la investigadora de la Universidad de Cambridge, Mary Dobson, ofrece una cronología de la sífilis, y cuenta que hacia 1910 se descubrió la bacteria que la causa; pero fue la ciencia del doctor Alexander Fleming, quien descubrió la penicilina en 1920, la que cambió la historia de la enfermedad.
Esta medicación se comenzó a usar masivamente para tratar la sífilis hacia 1940, y desde entonces ha sido la base de decenas de terapias para la infección.
La sífilis puede curarse pero es extremadamente importante diagnosticarla lo más pronto posible luego de la exposición; el tratamiento la cura, pero no elimina el daño que la infección ya puede haber causado al organismo.
Para detectarla, el médico puede realizar un análisis de sangre o analizar directamente el líquido que supura de una llaga.
La persona podría necesitar una prueba de sífilis si se le diagnosticó sífilis a su pareja sexual o si tiene síntomas de la enfermedad. Hay que estar alerta y ser muy consciente de las propias conductas ya que la sífilis es una gran imitadora: sus síntomas son similares a los de decenas de afecciones.
Los síntomas de la sífilis generalmente aparecen de dos a tres semanas después de la infección e incluyen:
- Una pequeña llaga indolora (conocida como chancro) en los genitales, el ano o la boca
- Sarpullido áspero y rojo, generalmente en las palmas de las manos o la planta de los pies
- Fiebre
- Dolor de cabeza
- Ganglios hinchados
- Cansancio
- Pérdida de peso
- Caída de cabello
Si la persona no tiene síntomas, tal vez necesite una prueba si tiene un mayor riesgo de infección. Algunos de los factores de riesgo son:
- Tener parejas sexuales múltiples
- Tener una pareja con múltiples parejas sexuales
- Sexo sin protección (sexo sin usar un condón)
- Una infección por VIH
- Otra enfermedad de transmisión sexual, como gonorrea
También se podría necesitar la prueba de sífilis si la mujer está embarazada.
La aparición del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en la década de 1980 generó un resurgimiento de la sífilis, dos epidemias que colapsaron generando más carga de enfermedad, especialmente en grupos vulnerables.