Son muchas las personas que declaran que cada vez que viajan su ritmo para ir al baño se modifica. Las vacaciones no sólo implican cambios de lugar, sino también de hábitos y rutinas, que influyen en nuestro intestino.
En el estudio Traveler’s constipation, publicado en la revista American Journal of Gastroenterology, se analizaron los movimientos intestinales de un grupo de viajeros antes, durante y después de su periplo. Se halló que sus deposiciones disminuían considerablemente al día siguiente de aterrizar en destino, coincidiendo con el punto más alto de jet lag; a medida que este disminuía, regresaba progresivamente la regularidad.
¿Qué es el estreñimiento?
Los especialistas consideran que una persona que no acude a defecar al menos una vez cada tres días o bien lo hace con dificultad, padece estreñimiento. Normalmente es un mal que afecta a los ancianos, a enfermos o a quienes se están recuperando de una operación dado que no siguen una alimentación completa. Los viajeros lo sufren gran cantidad de veces debido al cambio de hábitos, sobre todo alimenticios.
Un estudio de la Universidad de Oxford (Reino Unido) concluyó que las personas que comen mucha verdura y fibra y hacen ejercicio van más seguido al baño y estas rutinas son, generalmente, las que se abandonan durante los viajes.
Hidatración y alimentación
Cuando viajamos es primordial estar atentos a la hidratación. Tomar un mínimo de 8 vasos diarios de líquido ayuda a ablandar las heces y favorece el tránsito intestinal. En muchos lugares el agua potable es distinta a la de nuestro lugar de origen y beberla puede influir en nuestro organismo, por ello se recomienda optar por el agua mineral.
Además de beber agua, se pueden incorporar infusiones, jugos o bebidas dietéticas, no solo con las comidas, sino a lo largo del día. Es importante evitar el café y el alcohol.
Por otra parte, en los viajes, no solemos llevamos una dieta ordenada. Comemos en distintos horarios, en restaurantes e incorporamos ingredientes que no son habituales en nuestra alimentación. Estas variaciones hacen que el tránsito intestinal sea más lento. Aumentar el consumo de verduras y fibras ayuda a equilibrar la dieta y estimula el intestino.
Lugar y horarios
Las vacaciones y los cambios de lugar nos obligan a adaptarnos a otros horarios y ambientes. Debemos ir a otros baños que no son el nuestro y muchas veces nos sentimos incómodos. Esto puede generar la denominada “ansiedad del baño”, o el reparo que sienten algunas personas a sentarse en un retrete que no es el suyo e inhibir el reflejo evacuatorio.
Para evitar esta situación, se recomienda crear una rutina en el tiempo de vacaciones e intentar ir al baño todos los días en un mismo horario y sin apuros.
Realizar actividad física también favorece el normal funcionamiento de nuestro intestino, por lo que se sugiere planificar vacaciones activas y evitar el sedentarismo.
Si las medidas anteriores no funcionan, se puede intentar con un laxante. Los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) incluyen los laxantes suaves en el listado de cosas útiles para llevar durante un viaje.
Al retomar la rutina habitual, una vez finalizado el viaje, debemos controlar que el intestino vuelva a actuar regularmente. Si esto no ocurre, se recomienda consultar con un profesional.