"Los niños inmigrantes crecen en medio ambientes nutricionales muy diferentes de los de sus padres", dijo en un comunidado Molly Dondero, del Population Research Institute, quien trabajó junto con los sociólogos de Penn State.
Esto es, crecen rodeados de más comidas procesadas y productos chatarra, comparada con las dietas de sus padres basadas en ingredientes naturales y cocción casera.
Según el estudio que se publica en la edición de febrero de la revista Social Science and Medicine, el cambio en los hábitos alimenticios se nota en la primera generación de niños que crecen aquí, de padres mexicanos.
Y no se trata sólo, aseguran, de incorporar hábitos de nutrición de baja calidad, sino que la comida es una vía para tratar de encajar en un nuevo modelo cultural.
Los traslados de áreas dentro del país también ayudan tanto a mantener los hábitos nutricionales más saludables como a desterrarlos. El análisis muestra que los jóvenes que viven en barrios de inmigrantes, rodeados de gente de su propia cultura, comen mejor que aquéllos que residen en áreas con diversidad étnica.
"La comida es un marcador cultural, y tal vez los niños de padres inmigrantes sienten la presión de identificarse con esa cultura", agregó Dondero.
Para la experta, las iniciativas de nutrición saludable no siempre son intervenciones eficaces en estas comunidades, y hace falta definir mejor de qué manera lograr que se mantengan hábitos de alimentación saludables, empezando por el hogar, pero también involucrando al vecindario.