El consumo excesivo de sal interfiere con un mecanismo de seguridad natural del cerebro que impide que la presión arterial se eleve, es decir, desregula un circuito del hipotálamo y hace que se libere una cantidad excesiva de una hormona antiduirética (la vasopresina) lo que resulta en un aumento de la presión sanguínea o hipertensión, según un estudio publicado en la revista Neuron.
La hipertensión es un factor de riesgo importante de las enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, primera y tercera causa de muerte en Estados Unidos respectivamente, de acuerdo con cifras de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
"Hemos visto en ratas que un consumo continuado y elevado de sal en la dieta provoca un cambio bioquímico en las neuronas que liberan vasopresina en la circulación sanguínea ", explicó el Prof. Charles Bourque, quien dirigió el estudio.
En condiciones normales, cuando la presión arterial se eleva, una terminación nerviosa situada en la arteria aorta, denominada barorreceptores, envían señales a las neuronas que producen vasopresina para que dejen de liberarla. Sin embargo, una alta ingesta de sal estropea este mecanismo de seguridad cerebral que es el que regula e impide una elevación de la presión.
La Asociación Americana del Corazón advierte que mucha sal en la dieta hace que el cuerpo retenga líquidos, lo que añade una carga extra al corazón y a los vasos sanguíneos. En algunas personas, esto puede desencadenar un aumento de la presión arterial. Las personas que tienen la presión arterial alta son más propensas a tener enfermedades del corazón y ataques cerebrales.
Una cucharadita de sal representa aproximadamente 2,300 mg de sodio. El cuerpo solo necesita 200 mg de sodio por día. La persona promedio en los Estados Unidos consume aproximadamente de 3,000 a 3,600 mg de sodio al día.
El enemigo silencioso
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que a nivel mundial, 1 de cada 3 adultos padece de hipertensión, un trastorno que aumenta el riesgo de infarto, accidentes cerebrovasculares (ACV) e insuficiencia renal. Dicha proporción aumenta con la edad: afecta a 1 de cada 10 personas de 20 a 40 años, y a 5 de cada 10 de 50 a 60 años.
En EE.UU., 1 de cada 3 adultos padece de presión arterial alta (67 millones) y más de la mitad de ellos (36 millones) no la tiene bajo control.
El riesgo se incrementa a medida que se va envejeciendo, según informan los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
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