La primera vez que me pasó estaba por empezar una clase de Pilates. Mientras el profesor acomodaba sus pertenencias, las alumnas conversábamos sobre cualquier cosa. De pronto sentí un dolor intenso en una mano y noté que los dedos se habían puesto helados. Me miré la mano y vi que estaban blancos hasta la mitad, con una palidez igual a la de la piel de los muertos en las morgues de las series policiales.
Espantada, me imaginé lo peor: solo restaba esperar la gangrena y la amputación, como pasaba en las películas cuando atendían a los heridos en los hospitales de campaña. ¿Cómo iba a poder sobrevivir sin los dedos de la mano? ¿Cómo iba a poder trabajar si ya no podría usar el teclado de mi computadora? ¿Jamás podría volver a dibujar?
En medio de la desesperación y el miedo, vi en la otra punta del salón a una persona conocida que se quitaba las zapatillas: era la kinesióloga que me estaba atendiendo por una molestia en la espalda. Al vivir en un pueblo pequeño no es raro compartir una clase con el dentista de la familia o la maestra de alguno de nuestros hijos. Temblorosa, le extendí mis dedos muertos y fríos y esperé su vaticinio: los miró y me indicó que fuera a mojarlos con agua caliente.
En el baño abrí la canilla y metí la mano bajo el chorro de agua mientras golpeteaba con la yema de mis dedos muertos en el lavatorio, como para ayudar a que fluyera la sangre. En forma muy lenta ésta fue bajando hasta que el dedo recuperó su color y temperatura… y yo mi aliento y tranquilidad.
En aquél tiempo no existía “doctor Google”para buscar a qué se le podrían atribuir los síntomas. Consulté con varias personas conocidas para ver si habían escuchado algún caso como el mío. Hasta que alguien me dijo la palabra mágica: Raynaud. Y me recomendó a un especialista que podría ayudarme.
Ya pasaron varios años, y en los meses de frío, hoy juego al tenis con un guante en la mano que no sostiene la raqueta. Y en el supermercado tengo que ser muy veloz para elegir los productos lácteos y los congelados ya que el contacto con el frío intenso me “blanquea” los dedos. Si bien la sensación es desagradable ¡ya no tengo aquél miedo inicial!
¿Qué es el fenómeno de Raynaud?
El doctor Paul R. Lucas, director del Laboratorio Vascular del Centro Médico Mercy, en Maryland, explicó a HolaDoctor que el Fenómeno o Mal de Raynaud es una condición clínica que se manifiesta con espasmos esporádicos en los pequeños vasos sanguíneos de manos y pies, y limitan el flujo de sangre. Ocurre principalmente en los dedos, y si bien lo padecen ambos sexos, en el 65 a 90% de los casos se da en mujeres.
Los síntomas clínicos son palidez en la zona afectada, seguida de una decoloración azulina y luego roja, acompañada de una sensación de hormigueo y entumecimiento. Se desconocen las causas que ocasionan esta enfermedad, pero se cree que tiene algún componente autoinmune.
El entorno influye en la aparición de los espasmos, y suelen ocurrir si hay exposición al frío, aunque también pueden ocurrir por estrés emocional. Algunas veces duran hasta una hora, pero ante la aparición de los síntomas conviene ir a un lugar más templado para revertir el cuadro.
¿Hay tratamiento?
El doctor Paul indica que el tratamiento se basa en la prevención y en prestar atención a los síntomas, donde la palidez es uno de los más evidentes. En ese caso hay que tratar de ir a un ambiente más cálido y siempre que se pueda, utilizar guantes.
De todos modos hay medicamentos vasodilatadores que pueden ayudar a evitar la aparición de los característicos “dedos blancos”. Pero la mejor precaución es informarse y hacer una consulta con el médico, para qué este puede evaluar qué medidas conviene tomar.