Una frase que comúnmente se escucha en la consulta es “La penicilina ya no me hace efecto, ¿podría darme otro antibiótico más fuerte?
Esta frase engloba un gran problema de salud que ha tomado mucha importancia actualmente, pero que en realidad ha estado presente desde hace mucho tiempo: la resistencia a los antibióticos.
Los antibióticos son medicamentos que actúan específicamente contra las bacterias, no contra el organismo, por lo que decir “ya no me hace” es erróneo pues no depende ni actúa contra el organismo propio.
Cómo las bacterias se vuelven resistentes a los antibióticos
Si un antibiótico no trata efectivamente una infección es posible que no haya sido el medicamento adecuado, pero también es posible que la bacteria causante de la infección sea resistente al medicamento usado.
Las bacterias han podido sobrevivir por millones de años debido a su gran capacidad de adaptación al medio ambiente, tanto así que hay bacterias en todos lados, en cualquier tipo de clima y hasta en lugares que son inhabitables para el hombre.
Con la llegada de los antibióticos, las bacterias se han tenido que adaptar a este nuevo peligro, para ellas de forma que puedan seguir sobreviviendo.
Hay varios mecanismos mediante los cuales las bacterias se han podido adaptar y crear resistencia.
Uno de ellos son las mutaciones, así como en los cómics un mutante es una persona cuyos genes cambiaron para proporcionarle súper fuerza, súper velocidad o la capacidad de manipular cosas con la mente, las mutaciones que tienen las bacterias les permiten luchar contra los antibióticos que tratan de matarlas.
Otro mecanismo es la adaptación por la constante exposición. Así como el humano, al hacer ejercicio, se va adaptando a cargar cada vez más peso, a correr más rápido o nadar más distancia, las bacterias también se van adaptando a los medicamentos si están expuestos a ellos constantemente.
Esto sucede, por ejemplo, cuando no terminamos un tratamiento o cuando solo tomamos una pastilla para el dolor de garganta. Esa mínima exposición es como una sesión de ejercicio para las bacterias y las expone a poder aguantar cada vez más dosis del medicamento sin tener efecto.
A pesar de que parezca imposible, las bacterias también aprenden como si fuera un juego de estrategia. Pueden aprender cómo murieron otras bacterias, cómo fueron destruidas, qué fue lo que causó su muerte.
Si ven que fue su muralla la que fue destruida, entonces refuerzan esa defensa, si ven que sus “fábricas” fueron destruidas entonces se protegen en cierta forma disfrazándose o cambiando su estructura.
En realidad no se conocen todos los mecanismos por los cuales las bacterias se vuelven resistentes, pero sí está en cada uno de nosotros el contribuir a que este proceso no sea más rápido.
¿Cómo ayudar a que las bacterias se vuelvan resistentes o por lo menos a retardar ese proceso?
No tomando antibióticos sin una prescripción médica y terminar el tratamiento tal como el médico lo indica. Si lo ves desde un punto de vista diferente, la bacteria que no se haga resistente hoy, es una bacteria que puede ser tratada en el futuro.
El antibiótico que no tomes innecesariamente hoy, puede ser el antibiótico que pueda curar una infección que tengas en el futuro o la infección de algún familiar o amigo en el futuro.