Un equipo de investigadores de la Universidad de Alabama en Birmingham publicó su trabajo en la publicación cientifica PLOS One en la que aseguran que es la sensación de hambre y no el hambre en sí mismo, lo que tendría este efecto protector y estimularía la actividad cerebral
Para lograr esta sensación de hambre, han sometido a un grupo de ratones a una dieta con restricción de calorías, que es una dieta en la que se consumen menos calorías que el promedio necesario para el organismo, pero sin que sean tan pocas que pongan en riesgo la nutrición o la salud del individuo.
Puntos clave
Los estudios han demostrado en varias especies de animales que este tipo de dietas puede proteger contra los desórdenes neurovegetativos y extender la vida, sin embargo, aún queda por realizarse esta investigación en seres humanos.
Los investigadores argumentaron que las señales hormonales que se genera a partir de esa sensación de quedarse con hambre podrían contrarrestar el deterioro de las facultades congnitivas propio de la edad.
Para poder evaluar estos conceptos, los investigadores restringieron por un lado lo que los ratones consumían de comida, y a otro grupo le agregaron una hormona que estimula los sentimientos de sensación de hambre, la que les suministraban dentro de una píldora con sabor a chocolate.
El grupo de control de la investigación tuvo una dieta regular y el segundo grupo una dieta restringida en calorías. Luego, se les midió a los ratones su rendimiento y aprendizaje , así como también la cantidad de placas cerebrales dañadas asociadas con el Alzheimer.
Tanto los ratoners que tenían restricción de calorías como los que tomaron la hormona del hambre resolvían mejor los problemas presentados que los que no tuvieron ningún tipo de tratamiento. De hecho, los que tomaron la hormona del hambre lo hicieron un 26% más rápido que los ratones de control y los que tuvieron una dieta restricta en calorías un 23% más rápido que el grupo sin tratamiento.
Con respecto al estado del tejido nervioso, los ratones con restricción de calorías tenían un 67% menos placas necrosadas o tejido cerebral muerto que los del grupo de control. Mientras que los que tuvieron tratamiento de hormonas presentaron un 48% menos de placas de deterioro que el grupo sin tratamiento.
Si bien los beneficios de una dieta hipocalórica han sido estudiados durante años, es importante recalcar que aún queda por investigar qué relación puede existir entre este tipo de dietas y el cerebro de los seres humanos , ya que muchas veces se habla de que los pacientes con Alzheimer siempre tienen hambre, por lo que se sospecha que el control del registro del hambre a nivel cerebral podría estar dañado en las personas que padecen esta enfermedad.