La investigación, publicada en la revista científica Nutrition Journal, reveló que las personas que habitualmente consumen productos lácteos descremados presentan mejores parámetros de salud cardiovascular que aquellas que toman lácteos enteros.
Para llegar a dicha conclusión los científicos realizaron dos pruebas de marcadores de enfermedades cardiovasculares a 265 pacientes del Centro de Salud La Alamedilla de Salamanca. En la primera prueba se midió el grosor de la arteria carótida (la arteria del cuello que lleva la sangre a la cabeza) y en la segunda, la rigidez arterial mediante la velocidad de onda del pulso. Además, los participantes completaron un cuestionario sobre el consumo de productos lácteos descremados y enteros.
Datos reveladores
Para analizar los datos, los participantes fueron divididos entre consumidores de lácteos enteros y descremados y cada uno de estos grupos fue, a su vez, dividido en tres: los que consumían más de 125 gramos de estos productos (aproximadamente, medio vaso de leche o un yogur), los que consumían hasta esa cantidad y los que no consumían.
Los resultados mostraron que cuanto mayor era la cantidad de productos lácteos enteros que consumían los participantes, la velocidad del pulso era más elevada y el grosor de la capa interior de la arteria también, en comparación con el consumo de productos lácteos descremados en los que ambos valores eran menores.
“La diferencia está en la cantidad de grasa”, aseguró José Ignacio Recio, investigador del Centro de Salud La Alamedilla de Salamanca. Esto se debe a que la cantidad de grasa que aportan los lácteos enteros contribuye a la rigidez arterial y a la aterosclerosis o acumulación de lípidos en las paredes arteriales, señaló.
Riesgos de accidente cerebrovascular
Anteriormente, una investigación del Instituto Nacional de Medicina Ambiental del Instituto Karolinska, en Estocolmo, Suecia reportó que los adultos que consumían cantidades más altas de productos lácteos bajos en grasa también tenían un riesgo menor de accidente cerebrovascular (ACV).
En el estudio participaron casi 75,000 adultos suecos a quienes se dio seguimiento durante un promedio de 10 años tras completar una encuesta alimentaria. Los resultados mostraron que quienes consumían las versiones bajas en grasa de productos como la leche, el yogurt o el queso tenían un riesgo 12% más bajo de ACV que aquellos cuyas dietas normalmente incluían versiones ricas en grasa o con toda la grasa de los lácteos.
De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), el grupo de lácteos incluye leche, yogur, queso y leche de soja enriquecida. Estos suministran calcio, vitamina D, potasio, proteína y otros nutrientes necesarios para la buena salud durante toda la vida. Seleccionar productos con bajo contenido de grasa o descremados le ayudará a reducir calorías y grasas saturadas.
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