La historia de un psicólogo de Los Ángeles que vivió casi tres décadas luchando contra la obesidad y también contra el estigma de sentirse “el chico gordo” del grupo confirma que la adicción a las comidas es un problema similar a la adicción por el alcohol o las drogas. Pero que se puede combatir, con mucha voluntad y apoyo familiar y profesional.
Ahora es un psicólogo respetado, con un físico atlético y delgado. Pero hasta los 28 años el Dr. Adam Silberstein hizo todo lo posible para combatir la obesidad y su adicción a las comidas. Llegó a pesar 300 libras (136 kilos), hasta que gracias a la ayuda profesional logró perder 130 libras (58 kilos). Ahora, cofundador de “The Source Health and Wellness Treatment Center”, en Los Ángeles, intenta ayudar a otros que están viviendo lo mismo que él.
“Yo no fui uno de esos jóvenes delgados y atléticos que empieza a aumentar de peso a los 40 por sentarse a ver televisión y dejar de hacer ejercicio. Yo luché contra el sobrepeso desde la niñez y siempre fui un niño ´gordo´”, dice el Dr. Silverestein, que se especializa en adicción a la comida y alimentación compulsiva.
Según el experto, el objetivo para tratar la adicción a las comidas es trabajar la relación poco saludable con los alimentos. Y no lo dice sólo porque así lo indica la teoría, sino porque lo vivió en carne propia. De niño, su familia lo tentó con pagarle $ 1 por cada libra perdida y con una bicicleta nueva si llegaba a adelgazar 20 libras (9 kilos).
Pero al poco tiempo de lograrlo, volvía a recuperar el peso. Pasó por muchas dietas y se convirtió en “el divertido”, el “mejor amigo” o cualquier cosa que pudiera evitar ser “el chico pesado”, relata en una entrevista.
A los 20 pesaba 300 libras (136 kilos)
Fue en ese momento que empezó a interiorizarse sobre el concepto de “adicción a la comida” y aprendió que era una persona que comía en forma compulsiva, igual que los alcohólicos beben en exceso: “una vez que se empieza, es difícil detenerse”. Hasta que en 1997, a los 28, recibió ayuda profesional y pudo controlar los efectos de las dietas yo-yo.
“Hasta el día de hoy, veo mi historia como mi milagro personal. Es como si me hubieran ofrecido una nueva licencia para vivir la vida. Y finalmente pude disfrutar de la experiencia de vivir una vida normal, en un cuerpo normal. Pude tener una vida social sin temor a que la gente pensara lo deforme que era yo. Aunque lo más importante es que aprendí que el peso no es el problema principal. Aprendí que lo más importante es hacer lo que sea para mantener la “cordura” con la comida”, confiesa Silberstein.
¿Su secreto para no volver a aumentar de peso?
Recordar cada día de su vida y cada vez que come que debido a las “subidas” y “bajadas” en la vida, él puede lidiar con cualquier cosa salvo con el exceso de comida. Bajó 135 libras (61 kilos) y pudo mantenerlos por más de tres años. La ecuación vale la pena el esfuerzo.