La joven inglesa Emma O’Neil, de 22 años, se enfermó de anorexia y llegó a pesar 42 libras (19 kilos). Estaba tan delgada que hasta el colchón de la cama del hospital le dejaba contusiones. Según los médicos, el suyo era el peor caso de anorexia que habían visto jamás.
A los 14 años Emma era una joven deportista de 98 libras (44,4 kilos); un día comenzó a provocarse vómitos hasta que su madre la descubrió y decidió empezar a comer poco. Ella reconoce tener una personalidad adictiva, y se probaba para ver cuán flaca podía llegar a estar.
Puntos clave
Sus familiares y su médico le rogaban que comiera, y cuando llegó a una situación de debilidad extrema tuvo que dejar el colegio para ser internada en un hospital. Allí se negó a ser tratada y hasta se arrancaba los tubos de alimentación. Finalmente tuvieron que obligarla a ingerir alimentos, y para esa difícil tarea hubo que pedir ayuda a cuatro enfermeras para sostenerla.
En una ocasión intentó escaparse del hospital y al cruzar la calle casi es embestida por un automóvil. Ahí tuvo como un rapto de claridad mental y comenzó su camino de recuperación.
“Mi médico me decía que era la mejor anoréxica que había encontrado en su carrera. Y yo pensaba que era algo de lo que tenía que sentir orgullo. Estaba tan flaca que no podía dormir en una cama común de hospital, mis huesos eran como hojas de afeitar y me producían lastimaduras”, confiesa Emma.
Para dormir ni siquiera un colchón de aire lograba atenuar los dolores de sus huesos, y tuvieron que envolverla en sábanas hechas con piel de oveja. “Algunos de mis amigos que estaba en internados conmigo en el hospital, no estaban tan enfermos como yo y sin embargo han muerto. Soy una afortunada de estar aquí”, confiesa la recuperada joven.
A ocho años de comenzar con la enfermedad, la joven de Glasgow hoy se desempeña como encargada de un bar y se encuentra saludable. Junto con dos amigas creó la fundación “The Only Way is Up” . Ellas hacen visitas a los hospitales para aconsejar a los médicos y enfermeras sobre las mejores tácticas para hacer comer a los enfermos de anorexia, y también asisten a sus familiares.
“Recién el año pasado me sentí casi en paz conmigo misma. Me di cuenta de cosas importantes como tener un bebé, una carrera y un cuerpo sano para transitar por la vida”, confiesa. Hoy quiere sacar algo positivo de lo que llama una “horrible experiencia” y por eso quiere ayudar a otra gente que sufre.