El estigma de "Popeye, el marino" persiguió a cientos de miles de niños en el mundo entero, en especial porque a las madres les venía como anillo al dedo mostrar que el personaje debilucho se volvía musculoso y forzudo cuando comía una lata de espinacas, cada vez que se veía en problemas. Todo por el hierro, que posee la espinaca, o al menos eso era lo que se creía.
Aunque se dice que el consumo de espinacas en los Estados Unidos creció un 30% (entre 1920 y 1930), gracias al buen ejemplo de "Popeye", los científicos no lograban ponerse de acuerdo en torno a las verdaderas virtudes de la espinaca.
Circula la “leyenda” de que un científico alemán, E. von Wolf (1818–96), analizó el contenido de hierro de la espinaca, y al momento de anotar los valores puso la coma decimal en el lugar equivocado. A raíz de esto el contenido de hierro resultaba ser 10 veces superior al real. Según se dice, estos datos no fueron corregidos hasta 1930, pero para ese momento la fama del alto contenido de hierro en la espinaca había circulado.
Esta historia del error de transcripción no es real, sino producto de la imaginación de un hematólogo, T. Hamblin, que inventó el supuesto error del científico alemán. Según sus propias declaraciones, la historia fue creada en forma humorística para una edición de fin de año del Journal Británico de Medicina (BMJ), y tuvo el aval del editor para tomarse una “licencia literaria” y no presentar referencias. Por eso Hamblin pudo volar un poco con la imaginación y la historia de los científicos alemanes y la espinaca tiene mucho de literatura fantástica.
Una meticulosa investigación comprueba que no hubo tal error de transcripción. El doctor Mike Sutton en el Journal de Criminología (de Internet) publicó el trabajo “Espinaca, Hierro y Popeye: lecciones irónicas sobra bioquímica e historia y la importancia de la comida saludable, el escepticismo saludable y la adecuada cita de fuentes”. El doctor Sutton investigó informes científicos desde 1920 y revisó las tiras de Popeye entre 1928 y 1935. Y no halló nada sobre el error de transcripción de Emil von Wolff.
Sutton explica que la primera vez que Popeye comió espinaca “en público” fue en una tira del 3 de julio de 1932, donde el marino declara que la come “porque está llena de vitamina A, que lo hacen un hombre fuerte y sano”. No hay alusión alguna al contenido de hierro del vegetal.
Según se cree, el creador del famoso marinero, Elzie Segar, quiso colaborar con un programa de nutrición de la época para promover el consumo de espinaca como una buena opción para los niños, en un momento en que la desnutrición infantil era bastante problemática.
A menudo Popeye se dirigía a los niños diciendo desde sus cuadros que si las comían, sería su amigo y se volverían fuertes y sanos como él. En ese tiempo el consumo de vegetales estaba relacionado con la alimentación del ganado, por eso también pedía a las madres que le dieran espinaca a sus hijos.
Con el artículo de fantasía escrito por Hamblin, muchos escritores y hasta científicos fueron engañados, y se repite una y otra vez la historia de la fuerza de Popeye y el cuento del error del científico alemán.
¿Y cuál es la realidad?
El departamento de Agricultura de los Estados Unidos informa que 180 gramos de espinaca hervida contienen 4,42 mg de hierro, aunque el organismo puede aprovechar sólo un 50% por la acción del ácido oxálico que contiene. Describe a esta verdura como “llena de nutrientes, beta caroteno, hierro y vitamina K. Como otras hojas verdes, aporta fibra, magnesio y calcio,” El requisito diario de hierro para adultos de entre 19 a 50 años es de 8 mg para los hombres y 18 mg para las mujeres.