¿Pueden combatirse enfermedades crónicas con carbón?

El carbón es uno de los combustibles fósiles con mayor demanda, debido a que, entre sus múltiples usos, es vital para la generación de electricidad y la producción de cemento y acero.

Sin embargo, un grupo de científicos encontró que su uso también podría extenderse a campo de la medicina, llegando incluso a combatir ciertas enfermedades crónicas.

¿Pueden combatirse enfermedades crónicas con carbón?
| Foto: ISTOCK

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades crónicas son las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo. Su incidencia crece aceleradamente, avanzando en todos los países y estratos sociales.

En conjunto, las cuatro enfermedades crónicas más prominentes (enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y diabetes tipo 2), son responsables del 63% de las muertes a nivel global.

También se relacionan por compartir factores de riesgo biológicos comunes y prevenibles, como el sobrepeso, la hipertensión y el colesterol alto.

Pero ¿Cómo puede el carbón enfrentar estos problemas? Según los especialistas, uno de sus compuestos podría combatir el estrés oxidativo, una condición característica de estas enfermedades. Esta se da cuando se producen alteraciones entre los niveles de radicales libres y antioxidantes.

Los primeros son moléculas que se generan cuando el cuerpo procesa los alimentos o por la exposición al humo del tabaco y la radiación. Cuando alcanzan altas concentraciones pueden ser peligrosos para la salud, afectando componentes de las células como el ADN, las proteínas o las membranas. Esto puede desencadenar en enfermedades como Alzheimer, artritis, cáncer, problemas de corazón y de visión.

Los antioxidantes, por otro lado, son sustancias que nos defienden contra estos compuestos, protegiendo a las células y retrasando su envejecimiento.

Por este motivo es que muchos profesionales decidieron estudiar lo que se conoce como terapia antioxidante, en la que se utiliza estas sustancias para prevenir enfermedades crónicas. Sin embargo, los antioxidantes naturales tienden a ser superados por una variante de los radicales libres, llamada especie reactiva de oxígeno (ROS).

Por ese motivo, investigadores de la Universidad Rice y el Centro de Ciencias de la Salud de Texas, analizaron la posibilidad de apoyar a los antioxidantes naturales con uno artificial: el carbón. Específicamente, trabajaron con unas partículas llamadas puntos cuánticos de grafeno (GQD). Sus hallazgos se publicaron en ACS Applied Material & Interfaces.

Otro uso del carbón

Los investigadores probaron las partículas de carbón en células in vitro de roedores y encontraron que, en distintas concentraciones, los compuestos eran bien recibidos y parecían reducir la actividad de los radicales libres.

Incluso observaron un efecto positivo cuando administraron los compuestos de carbón, minutos después de agregar un químico que induce el estrés oxidativo.

Si bien ya existen otras sustancias estudiadas y eficaces contra este problema, el carbón se muestra como una opción más barata, conveniente y con resultados "igualmente efectivos".

Aunque se necesita profundizar más en las terapias antioxidantes, James Tour, químico y autor del estudio, reconoció "Reemplazar nuestras nanopartículas anteriores con puntos cuánticos derivados del carbón hace que sea mucho más simple y menos costoso producir estos materiales potencialmente terapéuticos". Y agregó "Esto abre la puerta a terapias más accesibles".

Cómo obtener antioxidantes

Si bien este hallazgo se encuentra dando sus primeros pasos, existen otras fuentes para obtener antioxidantes y favorecer la salud celular. Una opción recomendada por los expertos es mediante la dieta. Estos son algunos alimentos que puedes incluir:

  • Cacao al 100%.
  • Frijoles.
  • Frutos del bosque (arándanos, cerezas, frambuesas, fresas y moras).
  • Frutos secos (almendras, avellanas, nueces, pistachos).
  • Huevos.
  • Lácteos (mantequilla, leche y queso).
  • Maíz morado.
  • Manzanas.
  • Setas u hongos.
  • Té verde.
  • Verduras (acelga, ají, arvejas, batata, brócoli, calabacín, calabazas, coles de Bruselas, col rizada, coliflor, espinaca, zanahorias).

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