A Phobos, hijo de Ares y dios de la guerra, se le otorga la capacidad de asustar con su sola presencia a los enemigos. La huida que provocaba al asustar a sus contrincantes (huida fóbica) es lo que da origen al uso del término para nombrar un trastorno mental que se caracteriza por el miedo irracional y sin motivo a objetos o circunstancias que en realidad no representan peligro alguno. Hablamos de la fobia específica.
La fobia está presente en una gran parte de la población, pero sólo en algunas personas se convierten en un problema importante que incluso puede afectar y limitar sus vidas.
Se estima que la prevalencia mundial de fobias específicas es del 8.8%. La más frecuente en la infancia es la fobia escolar, las zoofobias (miedo a determinados animales) y la fobia a la oscuridad. La fobia social es más prevalente en la adolescencia y la edad adulta.
Cómo se diagnostica una fobia
Para hacer el diagnóstico se debe presentar un miedo muy intenso por un objeto o circunstancia particular. El objeto o circunstancia fóbica casi siempre provoca de manera inmediata el temor, por lo que el paciente, en lo posible, trata de evitarlo, si no lo logra debe resistir una ansiedad tan intensa que incluso puede llegar a desencadenar una crisis de pánico.
Una gran proporción de los pacientes no acuden a la consulta médica para resolver esta situación y esto está relacionado con el tipo de objeto y la circunstancia a la que se teme.
Probablemente alguien con fobia a las arañas no decida consultar, porque el impacto sobre su vida y el grado de limitación que impone esta condición es tolerable o esporádico.
La historia es distinta con la fobia social o la fobia escolar. Otra circunstancia que promueve la asistencia a la consulta, es cuando la fobia se convierte en un problema, por ejemplo si necesito realizarme un examen de sangre y le tengo miedo a las agujas o a la sangre.
Cómo se trata una fobia
La paradoja del tratamiento del paciente fóbico, es que el tratamiento más efectivo consiste en exponerlo al objeto o circunstancia temida, hasta que por habituación se acostumbre a su presencia, sin que aparezcan los síntomas de ansiedad.
La cura viene con una dosis progresiva de lo que siento que me hace daño. El secreto está en cómo se expone al paciente, a qué velocidad y a qué intensidad.
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