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El ozono afecta capacidad de cambio del cerebro

Desde hace casi dos décadas, Selva Lucía Rivas Arancibia y sus colaboradores estudian el efecto del estrés oxidativo (en el que el ozono juega un papel preponderante) sobre la llamada plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de cambio que tiene el cerebro.

Experimentos con roedores

Los investigadores universitarios expusieron a roedores a dosis de ozono equivalentes a 0.25 partes por millón, que más o menos corresponde a entre 200 y 240 IMECA (Índice Metropolitano de la Calidad del Aire), es decir, la contaminación ambiental que hay en la Ciudad de México en un día de precontingencia, durante cuatro horas por periodos de siete, 15, 30, 60 y 90 días.

El ozono afecta capacidad de cambio del cerebro
| Foto: SHUTTERSTOCK

Puntos clave

  • Exposición repetitiva genera en el cerebro un estado de estrés oxidativo crónico.
  • La pérdida de plasticidad cerebral se vincula con enfermedades neurodegenerativas.
  • El ozono altera la modulación del sistema inmune y la respuesta inflamatoria.

“Encontramos, en primer lugar, que con este método se genera en el cerebro un estado de estrés oxidativo crónico, presente también en las enfermedades neurodegenerativas y, en segundo, que en animales sanos la exposición crónica causa un proceso de neurodegeneración progresiva que afecta tanto a la sustancia nigra (lo que representa un modelo del mal de Parkinson), como al hipocampo (lo cual puede representar un modelo de la enfermedad de Alzheimer). Lo que nos llamó la atención fue que los animales expuestos a esas dosis eran absolutamente sanos al inicio de los experimentos y después de un mes de exposición presentaban un proceso de neurodegeneración progresiva e irreversible”, explicó Rivas Arancibia en un artículo publicado en la Gaceta universitaria.

Los investigadores vieron, asimismo, que el compromiso fisiopatológico que existe en este caso se relaciona con una alteración de la respuesta inflamatoria; que si las dosis de ozono de 0.25 partes por millón se reciben de vez en cuando, no ocasionan ningún problema, pero si son repetitivas, como ocurre con su modelo, alteran la modulación del sistema inmune y la respuesta inflamatoria, y estas alteraciones contribuyen a que aparezca un proceso de neurodegeneración.

Otro aspecto importante reportado por Rivas Arancibia y sus colaboradores, es que al referir un proceso de neurodegeneración progresiva, se habla de muerte celular, pero también de la pérdida de la capacidad que tiene el cerebro de repararse o restaurarse a sí mismo.

Esta capacidad ocurre porque ciertas zonas de ese órgano pueden originar el nacimiento de nuevas neuronas, pero como ese proceso está inhibido en un estado crónico de estrés oxidativo, mueren neuronas y a esas zonas no llegan por migración otras nuevas para reemplazarlas. Es decir, hay tanto muerte celular como una inhibición de la reparación cerebral, expuso la investigadora.

Si los efectos de este problema recién empiezan a observarse (a los siete de exposición al ozono), se pueden revertir, pero después de un mes llegan a un punto donde el proceso de neurodegeneración se desencadena y se vuelve irreversible.

Poblaciones susceptibles

Los ancianos, en general, por los cambios metabólicos que implica una vejez normal, no patológica y los niños, son más susceptibles a los cambios oxidantes del medio ambiente, pues la respuesta de sus defensas antioxidantes es menor.

Igualmente, las personas con cualquier enfermedad crónica degenerativa ya preexistente (como diabetes y otros padecimientos autoinmunes, el cáncer, Alzheimer o Parkinson, que cursan con un estado crónico de estrés oxidativo), se vuelven vulnerables a esos cambios, porque no tienen buenas defensas que les permitan contrarrestar los efectos de los radicales libres.

Se debe tomar en cuenta que todos los individuos tienen una información genética distinta y como muchos de los sistemas antioxidantes endógenos son sistemas enzimáticos que están codificados genéticamente, la respuesta de cada uno ante un evento de estrés oxidativo dependerá también de la información genética que posea.

“Por ejemplo, en un día contaminado algunos se sentirán con malestares en los ojos y la nariz e, incluso, sufrirán alteraciones del carácter, pero otros podrán encararlo sin sintomatología alguna, porque sus respuestas antioxidantes son más eficientes”.

Con todo, se pueden tomar ciertas medidas para contrarrestar los efectos del estrés oxidativo por ozono, como no hacer ejercicio en lugares abiertos, no salir a la calle y mantener cerradas las ventanas de casas y oficinas si hay altos índices de contaminación ambiental.

Además, una dieta rica en verduras, frutas, semillas y aceites vegetales mono o poliinsaturados como el de oliva y maíz, tiene un rol antioxidante importante y ayuda a la población sana a prevenir los efectos a largo plazo de la polución.

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