Un nuevo capítulo se ha escrito en el libro de escándalos del nadador y multimedallista olímpico Michael Phelps. En esta ocasión, el estadounidense fue arrestado la madrugada del martes 30 de septiembre de 2014 en Maryland, por el cargo de manejar bajo la influencia de alcohol.
De acuerdo con las autoridades de transporte de dicho estado, alrededor de la 1:40 am, tiempo local, un oficial detectó en su radar a un automóvil Land Rover blanco que pasaba a 135 km/h en una zona donde la velocidad máxima es de 60. Luego de detener el vehículo se encontró que quien iba al volante era el atleta de 29 años.
“El señor Phelps fue cooperativo en todo el proceso”, pero “no fue capaz de efectuar satisfactoriamente una serie de pruebas estándar de sobriedad”, se puede leer en el comunicado emitido.
Cabe mencionar que esta no es la única “travesura” que el deportista protagoniza. En 2009 el ganador de 22 medallas en Juegos Olímpicos fue captado fumando una pipa de hachís, lo que le valió varios meses de suspensión de las competiciones.
En esta ocasión, se desconoce la sanción que pueda recibir en el aspecto deportivo. Aunque ya fue puesto en libertad, este hecho seguramente influirá en su imagen que tiene como “ejemplo a seguir”, pues gracias a sus hazañas logradas en la natación es visto como un ídolo por muchas personas, en especial, por los jóvenes.
Según la psicóloga chilena Sofía Guzmán muchos jóvenes podrían verse marcados al ver estos hechos negativos, ya que se encuentran en un proceso de aprendizaje y crecimiento, y el medio influye. Pese a que los rasgos de personalidad se afianzan en la niñez, es en la adolescencia cuando toman más fuerza.
Para Guzmán, a diferencia de los niños que suelen sentirse atraídos por la música o por el aspecto físico de un dibujo animado, los jóvenes sí valoran cómo es la conducta del personaje al que siguen. A partir de esto, es probable que un joven acepte o rechace el comportamiento de sus ídolos.
En concreto: ¿marcará a los jóvenes?
De acuerdo con la psicóloga Guzmán, “no hay que magnificar la influencia que pudiesen tener esos ídolos en los chicos, porque los modelos de comportamiento que reciben de ellos tienen igual valor que los que les ofrece su entorno. Por eso es fundamental la buena comunicación familiar”.
Sin embargo, “no es correcto culpar a los modelos de comportamiento por las conductas de los hijos, sobrinos o adolescentes cercanos”, comenta Guzmán, ya que no significa que “copiarán todo” lo que su ejemplo realice.
Lo mejor, en estos casos, es que los padres o familiares estén al tanto de lo que los adolescentes hacen y reciban supervisión y constante comunicación. Repasar los valores es esencial.
