México: refrescos, obesidad y muerte

En México cerca del 70% de los adultos y 30% de los niños son obesos, es el segundo país que más padece esta enfermedad (detrás de Estados Unidos). En consecuencia, uno de cada cuatro adultos tendrá diabetes antes de cumplir 70 años y más de una de cada cuatro muertes están asociadas a esta enfermedad.

Los datos provienen de un informe del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) que dice, además, que entre los años 1989 y 2006 el consumo de refrescos per cápita aumentó en 60%. Hoy México es el primer consumidor de refrescos del mundo: son 163 litros los que se ingieren por persona al año (40% más que en Estados Unidos). Y la mayor parte de ese consumo se concentra entre la población de 12 a 39 años.

México: refrescos, obesidad y muerte
El país es el mayor consumidor de refrescos del mundo y las consecuencias en al salud pública son graves. | CONACYT

Hay regiones del país donde la situación es aún más dramática. En julio de este año, New York Times dedicó un reportaje al consumo de Coca-Cola en el estado de Chiapas, específicamente en San Cristóbal de la Casas, una población donde sus habitantes viven en pobreza extrema y beben más de dos litros cada día porque es más fácil conseguir la gaseosa que el agua.

Este hábito ha tenido consecuencias graves en el estado: la tasa de mortalidad por diabetes aumentó 30%, entre 2013 y 2016, y es ahora la segunda causa de muerte (después de la enfermedad cardíaca): se cobra más de 3.000 vidas cada año.

Vicente Vaqueiros, un médico de la región, contó a la publicación que cuando él era un niño prácticamente no tenían acceso a los alimentos procesados. "Ahora ves a los niños bebiendo Coca-Cola y no agua. En este momento, la diabetes está afectando a los adultos, pero los próximos serán los niños. Nos va a abrumar ".

Cuestión de hábitos

Aunque en Chiapas hay una planta procesadora de Coca-Cola, este no es el único estado donde las gaseosas forman parte de la dieta diaria. Teresa Ochoa Rivera, especialista de la Universidad Iberoamericana (UIA), llevó a cabo un trabajo de campo en la comunidad de San Jerónimo Amanalco, ubicada en el Estado de México, cerca de la capital y encontró patrones similares.

“En ese lugar hay por lo menos 100 tiendas de abarrotes en donde la venta de refrescos ocupa el primer sitio, seguido del huevo y el pan casero. Para esta población no hay comida sin refresco, porque si este falta la comida está incompleta”, dijo a la agencia Conacyt.

La investigadora explica que en esa localidad el refresco representa prestigio, diferenciación social o solidez económica “y desde niños hasta ancianos lo consumen”. La gran penetración de las gaseosas como en los hábitos de consumo de los mexicanos de todas las edades ocurre también en las zonas rurales e indígenas del país.

La situación no es nueva. Ya en el año 2012 un estudio llevado a cabo por la organización El Poder del Consumidor había alertado sobre los hábitos de consumo en las comunidades rurales, donde el 70% de los niños de primaria desayuna con refresco, mientras que 80% de los adolescentes acompaña la comida con esta bebida.

La raíz del problema

La altísima ingesta de gaseosas explicaría el incremento de la obesidad, la diabetes y la mortalidad asociada a estas en el país. A diferencia de los alimentos azucarados sólidos, las bebidas azucaradas, como los refrescos, no producen saciedad y esto tiende a estimular su consumo excesivo (recordemos que el aumento excesivo de peso es una de las causas de la aparición de la diabetes tipo 2 y otras complicaciones de salud).

Para José Ramón Martínez, un vocero de Femsa, la compañía que fabrica Coca-Cola en México, el alto consumo de la bebida no ha tenido un impacto negativo en la salud pública. Dijo a New York Times que se trata, más bien, de que los mexicanos pueden tener una propensión genética hacia la diabetes.

Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) difieren de Martínez: el incremento del sobrepeso en el mundo, incluso en México, “no es por causas genéticas, sino derivado de nuestros entornos obesogénicos”. Y aquí entre el consumo de bebidas gaseosas, como la Coca-Cola.

Otro informe del INSP dice que en el mundo 655,000 muertes fueron atribuibles al consumo de bebidas azucaradas (refrescos incluidos) y 369,000 de estas muertes fueron por diabetes. En México seis de cada 10 muertes se atribuyen al consumo de bebidas azucaradas en adultos menores de 45 años.

A partir de estas cifras, la OPS y la OMS propusieron al gobierno mexicano establecer un impuesto especial a las bebidas azucaradas, como medida de reducción de la demanda. Recomendaron que para que la medida fuese efectiva se estableciera, al menos, el pago de dos pesos por litro y que las políticas fiscales se reforzara con otras, como dar un mejor acceso a alimentos y bebidas saludables a la población y promover la actividad física.

Lo que se ha logrado

A partir de enero del 2014 en México se paga un impuesto de un peso por litro en la compra de bebidas azucaradas, como las gaseosas. Ese año las compras de estas bebidas disminuyeron 5.5% y 9.7% en 2015, de acuerdo a un estudio elaborado por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública de México y de la Universidad de Carolina del Norte que se publicó en marzo de 2017. Fue en los hogares con nivel socioeconómico más bajo donde se registraron los mayores descensos en las compras de estas bebidas, indican los hallazgos.

El estudio muestra que los hogares mexicanos modificaron su modelo de consumo y, a partir del incremento de los precios de las gaseosas, compran más bebidas sin azúcares añadidos. También sugiere que los efectos del impuesto en el consumo podrían ser mayores a largo plazo.

Los autores de la investigación agregan que, según sus hallazgos, el caso de México puede alentar a otros países a utilizar políticas fiscales para reducir el consumo de bebidas no saludables, junto con otras intervenciones para reducir la carga de enfermedades crónicas.

Este es tan solo un primer acercamiento a los logros. Aún faltan muchos factores por evaluar, como las tasas más recientes de obesidad, diabetes y mortalidad asociada, o si realmente el mexicano se ha hecho consciente de la gravedad de incluir refrescos en su menú diario, y para eso se requieren más investigaciones.  

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