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Los presidentes también hacen dieta

Un artículo publicado en los Anales de Medicina Interna demuestra que los programas para bajar de peso como “MiDieta” ya existían a comienzos del siglo pasado. El trabajo en cuestión, titulado “Corpulencia y Correspondencia: el Presidente William H. Taft y el manejo médico de la obesidad” pertenece a la doctora Deborah Levine profesora de políticas de salud en el Colegio Providence de Rhode Island.

La doctora Levine revela un pintoresco intercambio epistolar mantenido entre el ex presidente William H. Taft (cuyo mandato tuvo lugar entre 1909 y 1913) y su doctor Nathaniel E. Yorke-Davies, al que solicitó ayuda para bajar de peso.

Los presidentes también hacen dieta

Puntos clave

  • El ex presidente debía tomar una taza de agua tibia con limón en ayunas
  • Su desayuno consistía en bizcochos con carne magra
  • También comía vegetales y frutas asadas y sopa

Las primeras cartas datan de 1905, cuando Taft era secretario de guerra, y buscaba ayuda para deshacerse de algunas de sus 314 libras (142 kg). También quería aliviar algunas molestias como ardores en el pecho, indigestión y fatiga. Luego de acordar un precio, el doctor aceptó el desafío.  

Desde Londres, ciudad donde residía, el doctor Yorke-Davies envió a su paciente una lista de alimentos prohibidos y permitidos. También le pidió que se pesara a diario, y que le enviara esta información por correo. 

Cada mañana a las 8 el ex presidente Taft tenía que tomar en pequeños sorbos una taza de agua caliente con unas gotas de limón. Una hora más tarde, llegaba el desayuno que consistía en bizcochos de gluten con carne magra. El resto del día podía comer frutas asadas, vegetales cocidos, sopa “clara”, carne magra y pescado. También se le recomendó hacer actividad física a diario, a lo que Taft accedía... andando a caballo.  

Las consultas epistolares se sucedieron durante 10 años y no hay evidencia de que Taft y el médico se hayan encontrado personalmente alguna vez. De todos modos, el doctor monitoreaba de cerca al futuro presidentem ya que las cartas incluyan una información completa sobre sus hábitos, como cuánto pesaba, qué comía y hasta con qué frecuencia iba al baño. También enviaba indicaciones para los familiares y consejeros del paciente. 

Luego de un tiempo de “buena conducta”, Taft reportó mejoras, y que el ardor del pecho se había calmado. Para abril de 1906, había bajado 60 libras y pidió una dieta de mantenimiento, para no volver a subir de peso. “Todos dicen que me veo bien, lo que indica que debo tener un buen color”, escribió a su hermano, “pero siempre tengo hambre, aunque supongo que eso es un buen síntoma”.

A pesar de los esfuerzos, William Taft asumió la presidencia con 354 libras (160 kg). Y aunque podía pagar a especialistas para que lo ayudaran, fue otra de las víctimas del efecto yo-yo, y no solo recuperó lo perdido sino que subió aún más de peso. 

Esto demuestra que los métodos no han cambiado mucho en todos estos años... y los pacientes tampoco. Pero según aclara la doctora Levine, hoy hay otras opciones, como por ejemplo las cirugías para bajar de peso. Hubiera sido impensado en aquellos tiempos, pero la modernidad implica cambios, y muchos son para mejor. 

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