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La dieta que ayuda a trabajar

A la hora de iniciar el camino hacia una vida más saludable, se debe pensar en mantener los nuevos hábitos tanto dentro como fuera del hogar. Hoy en día, con la mayoría de las personas trabajando al menos ocho horas, estos hábitos deben acompañarnos en el maletín en donde llevamos documentos importantes, en la pequeña cartera a la hora de un “happy hour” y hasta en las salidas de fin de semana.

Y no se trata sólo de trasladar comidas saludables del ámbito privado al público, sino de estar preparado para que cualquier adversidad de la agenda laboral no lleve indefectiblemente a consumir más calorías.

La dieta que ayuda a trabajar

Y el primer paso, como en la mayoría de los órdenes de la vida, se resume en dos valiosas palabras: tomar conciencia.

“Los alimentos que usted come todos los días, desde la comida rápida que engulle sin pensar hasta el delicioso platillo que saborea en un restaurante elegante, hacen mucho más por usted que sólo engordarlo o adelgazarlo. Los efectos en su cuerpo hacen la diferencia entre desarrollar una enfermedad crónica y tener una larga y vigorosa vida”, define Steven Pratt -oftalmólogo del Scripps Memorial Hospital en La Jolla, en California y experto en estilos de vida y salud-, y autor del libro “Superalimentos RX” (2004, Harper Collins).

El libro, que formó parte de la lista de best sellers de The New York Times, no es sólo una guía de los mejores alimentos que podemos consumir, sino de la forma en que encaramos nuestra alimentación en la vida diaria.

“Los humanos estamos programados genéticamente para la inanición, no para la sobreabundancia de alimentos. Nuestros genes están programados para el modo cazar-recolectar y para seguir una alimentación rica en frutas, verduras, granos integrales, nueces y semillas y animales magros, no para la mayoría de alimentos y bebidas que conseguimos hoy en día en los supermercados”, explica Pratt.

Y la vida moderna obliga a que este “mandato genético” se distorsione en comidas inadecuadas y en decisiones equivocadas. Así lo demuestra un estudio de la Universidad de Cornell, en Nueva York, realizado en 2006, que analizó las decisiones acerca de la comida que las personas toman cada día.

En un artículo que describe este trabajo, Susan Lang, cronista de Cornell, explica que aunque las personas creen que toman tan sólo 15 decisiones diarias relacionadas a la comida, en realidad son más de 200, y que la mayoría de ellas se dan en “piloto automático”: prácticamente sin pensarlas. Es entonces cuando tal vez apelamos a la máquina expendedora de golosinas o bebidas cola en vez de tomarnos el trabajo de ir por una ensalada o cortar una fruta y colocarla en un plato para comerla despacio.

Algunas clave para lograr un equilibrio de ingesta saludable durante todo el día las dan el experto citado anteriormente, y el texto de Lang, quien recoge recomendaciones del libro

“Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think”. Éstas son:

  • Utilizar recipientes pequeños. Las personas que se sirven sus alimentos en platos más chicos comen el 60 por ciento menos que aquellos que lo hacen en platos grandes. En el caso del trabajo, lo ideal es colocar la comida en recipientes plásticos más pequeños.
  • No hay que comer directamente de los paquetes. Si el tentempié entre comidas se sirve en un plato, está comprobado que se consumen hasta 134 calorías menos que si se come directamente del paquete. Ejemplo, si abres un paquete de galletitas, separa las cinco que quieres comer. Si quedan abiertas frente a ti en tu escritorio, seguramente comas muchas más.
  • Se debe lograr un balance calórico. Pa ra que la dieta sea equilibrada no tiene que serlo todas y cada una de las comidas, sino el total de las realizadas a lo largo del día. Por eso, si un día debes enfrentarte a un almuerzo de trabajo “calórico”, no dudes en cenar “suave”.
  • Es esencial disminuir el consumo de café. Para algunos, el café de la mañana es casi un ritual imposible de soslayar. Si se bebe con moderación, el café puede formar parte de la alimentación cotidiana, pero no es aconsejable a lo largo del día. Lejos de mantenerte “alerta” lo que logras es el efecto contrario: desconcentrarte.
  • Hay que darse un tiempo para comer. No sirve de nada comer frente a la computadora, no sólo llena de bacterias el teclado sino que hace que comas en mala postura y rápido.
  • Y disfrutar de ese momento de la comida entre reuniones. Y no te llenes mucho porque lo que te queda de la jornada laboral puede ser más agotador.

Fuentes: “Superalimentos RX” (2004, Harper Collins), “Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think”, Universidad Cornell, crónica de Susan Lang.

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