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Comer poco alarga la vida, ¿o la hace insoportablemente larga?

Hay teorías que sostienen que comer poco alarga la vida. De hecho, durante años se han hecho ensayos de laboratorio en animales a los que les reducen la ingesta de calorías. La intención es que gasten más calorías de las que comen, en otras palabras, comer menos de lo que necesitan para vivir. En ratones, perros, peces y monos, esta experiencia les alargó la vida y retrasó la aparición de enfermedades propias de la edad.

Estos resultados inspiraron a mucha gente a pasar hambre, con la ilusión de tener una vida más larga y saludable. Y ya se están buscando drogas que puedan imitar los efectos de la reducción de ingesta de calorías, pero sin el sufrimiento de seguir una dieta tan estricta que lleve a comer “poco y nada”.

Comer poco alarga la vida, ¿o la hace insoportablemente larga?
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Puntos clave

Aunque no se ha demostrado que la restricción calórica funcione en humanos del mismo modo que en los animales, una importante investigación mostró resultados alentadores. El estudio se conoce como CALERIE (Comprehensive Assessment of Long-term Effects of Reducing Intake of Energy) y busca evaluar los efectos a largo plazo de la reducción en la ingesta de calorías en humanos. Fue patrocinado por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos.

El estudio se llevó a cabo en el Instituto Pennington de Investigaciones Biomédicas, en Baton Rouge (Louisiana), el Centro Jean Mayer de Investigación sobre la Nutrición y el Envejecimiento, de la Universidad de Tufts, en Boston, y en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (St. Louis).

La primera fase de CALERIE finalizó en 2006, e involucró a 48 hombres y mujeres de entre 25 y 50 años que recibieron, al azar, una dieta restringida en calorías y otra normal. A los del primer grupo se les pidió reducir, durante seis meses, su ingesta de calorías al 75 % de lo que necesitaban para mantenerse en su peso.

La segunda fase comenzó en 2007 y los participantes siguieron con la misma reducción calórica, esta vez durante dos años, durante los que se monitorearon regularmente sus variables fisiológicas. El estudio contó con 132 participantes, que llevaron un registro de los alimentos ingeridos. La dieta indicada incluía gran cantidad de alimentos de baja densidad energética, como vegetales y frutas (en especial manzanas), fibra insoluble y sopas. Si bien la mayoría de los participantes declaró sentir hambre las primeras semanas, esto cambió cuando se acostumbraron a la nueva dieta.

El estudio CALERIE es un hito en este campo, ya que intervinieron participantes con peso normal o con un leve sobrepeso. Proyectos anteriores habían estudiado a individuos clínicamente obesos, y los resultados se confundían con los beneficios para la salud que implican reducir la obesidad.

A nivel molecular, CALERIE sugiere que hay ventajas reales: la dieta restringida evidenció menor resistencia a la insulina (la alta resistencia es un factor de riesgo para la diabetes tipo 2) y menores niveles de colesterol LDL o “malo” (los niveles altos son un factor de riesgo de enfermedades cardíacas). También disminuyó la temperatura corporal y los niveles de insulina en la sangre, y el ADN se vio menos afectado por la oxidación.

En principio, los beneficios de una vida más longeva y sana estarían determinados las sirtuinas, una familia de enzimas que actúan como sensores ante la disponibilidad de nutrientes y como reguladores del metabolismo. Este podría ser el nexo bioquimico entre comer poco y vivir mucho.

Eric Ravussin, de la Universidad de Louisiana, y uno de los autores del estudio, explica que estos resultados demuestran que la restricción de calorías produce una adaptación metabólica. Sin embargo, todavía no se puede asegurar que ésta prolongue la vida, aunque esta adaptación podría ser la que prolongó la vida en los animales de prueba. Se espera hallar un modo de disparar la adaptación del metabolismo por medios distintos a dejar de comer, y se está trabajando en la búsqueda de alguna droga que replique el efecto de comer poco.

Un viejo refrán dice que comer poco alarga la vida, o hace que ésta parezca insoportablemente larga. Habrá que esperar que la ciencia pueda aclarar la duda. 

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